El espejismo de los trenes, por Eliana Carlín

¿Quiénes se “oponen a los trenes”? Los “caviares”, que exigen rigores técnicos cuando el pueblo solo quiere movilizarse dignamente.

La presentación en Lima de los trenes descartados en California ha sido una escena propia del realismo mágico. Gente trasladada en buses bajo el ofrecimiento de un día de campo en Chosica, un vagón descarrilado; y todo para ver una fila de vagones remolcados por una locomotora que nada tiene que ver con la donación simulada de Caltrain, que desfilan frente a un estrado repleto de los representantes del peor conservadurismo del país. Ahora bien, estas escenas, que pueden verse absurdas desde una perspectiva, deben ser tomadas en serio. Muy en serio.

El transporte es un problema público que golpea la calidad de vida de todos, sobre todo de las personas más vulnerables, y los intentos por modificar la situación del transporte son sumamente precarios. Este hecho político —la llegada de los trenes— finalmente ha cumplido el objetivo buscado por Rafael López Aliaga: ya hay un tren que recorre la ciudad. ¿Pero el tren no camina?, ¿no hay ningún sistema?, ¿no tenemos ni de cerca dónde comprar boletos, ni rutas establecidas? Es lo de menos. La imagen es clara, y ha sido vista por todos. Un medio de transporte “nuevo” que podría aliviar las horas que perdemos para movilizarnos. ¿Quién que padece día a día esos avatares podría oponerse a algo así?

La lógica amigo-enemigo, vulgarizada por Renovación Popular, que tiene al “caviar” como responsable de absolutamente todos los males, va llenándose de contenido con hechos como este. ¿Quiénes se “oponen a los trenes”? Los “caviares”, que exigen rigores técnicos cuando el pueblo solo quiere movilizarse dignamente. Aquí estoy tratando de comunicar una lógica, no de justificarla ni apoyarla.

Finalmente, comparto dos preocupaciones que derivan de la construcción de discursos de este tipo. En primer lugar, el desprecio por el servicio público, que requiere de procesos, metodologías, evidencias, estudios y evaluaciones para poder hacer las cosas bien. Esto ha golpeado duramente a quienes sirven en el Estado en los últimos años. En segundo lugar, la certeza de que esto es solo una muestra de lo que veremos en adelante, mientras avanzamos hacia un escenario electoral plagado de hechos políticos vacíos, pero con impacto, que nos pueden arrastrar a algo peor que el autoritarismo de coalición que vivimos hoy.