Sin cana ni gloria, por Jaime Chincha

Hay quienes aseguran que a Vizcarra le hubiera convenido políticamente una prisión preventiva; la victimización, tan nuestra como la Inca Kola

Contra mis pronósticos, el expresidente Martín Vizcarra se libró de la prisión preventiva el último viernes a la noche. Eso no quiere decir que sea inocente de lo que se le acusa; probables sobornos que superan los dos millones de soles por dos obras públicas cuando fue gobernador regional de Moquegua. Eso se resolverá en el juicio oral que enfrenta Vizcarra. Lo que se ha decidido es que lo hará en libertad, aunque con ciertas restricciones. No puede siquiera merodear embajada alguna; tiene prohibido incluso charlar con cualquier diplomático acreditado en el Perú. El juez Víctor Alcocer le ha prolongado la prohibición de salir del país por seis meses más. ¿Por qué Alcocer no ordenó apresar a Vizcarra?, me preguntaron varios de sus detractores la misma noche del veredicto. Simplemente, porque el fiscal Germán Juárez Atoche no supo –o no pudo– mostrar pruebas sólidas que demuestren el peligro de fuga que denunció en sus alegatos.

Tampoco se evidenció el desarraigo domiciliario; aunque sí se demostró que Vizcarra no tiene arraigo laboral. Sin embargo, casi todo lo expuesto por Juárez fue deshechado por el juez Alcocer. Vizcarra podrá seguir haciendo la campaña política que ha emprendido hace ya buen tiempo, pese a estar impedido, inhabilitado y proscrito por el Congreso y negado de deshacerse de tales vetos por el Tribunal Constitucional.

¿Por qué entonces hace giras, se graba en TikTok y se muestra como candidato a presidente cuando no puede serlo?, me vuelven a preguntar sus detractores; agregando los adjetivos e insultos habituales con los que lo llaman: lagarto, genocida, maldito, se vacunó en pandemia, pruebas rápidas, coimero y demás. Todo esto me hizo pensar que el personaje Martín Vizcarra despierta en la gente alguna emoción, ya sea favorable o contraria. Convengamos en algo, Vizcarra no pasa desapercibido. O lo insultan o le dicen ‘presi’. No hay medias tintas con el lagarto; un alias que, por cierto, ha terminado en peluches con los que juguetea en los videos que publica en sus redes sociales. Ya, ¿pero por qué ese miserable (sic) sigue como si nada en campaña? Las preguntas ya no son de detractores sino de enemigos declarados. Vizcarra ha sabido ganárselos a pulso con una palabra que se lee más de una vez si uno escoge, aleatoriamente, algunos pasajes de su vida política: la traición. 

No hay que olvidar que se hace presidente traicionando a Kuczynski, a quien le aseguró que se iría con él si enfrentaba un proceso de destitución. No dudó en pactar con sus verdugos hasta llegar a Palacio. Fue así que, aupado por el fujimorismo y casi toda la derecha, Vizcarra les hizo creer que gobernaría para ellos. Total, es un moqueguano, habrán pensado. ¿Por qué entonces los que hoy odian a Vizcarra lo odian de verdad, como botando espuma por la boca?

Pues porque disolvió el Congreso, traicionando el pacto que hizo a cambio del poder. Encima el TC validó como constitucional ese cierre. ¡Peor! ¡Maldito! Pero disolviendo un Parlamento te ganas a la calle, sino vayan a YouTube y vean los videos de Fujimori luego del autogolpe de 1992; paseándose sonriente por Lima con 82% de aprobación encima. La diferencia es que el 5 de abril significó el cierre de todas las instituciones del Estado, con militares y a la bruta. Digamos que el TC le puso el sello de legal a lo hecho por Vizcarra, pero eso jamás se lo perdonarán los que se quedaron sin curul en el 2019.

Bueno, bueno, ¿pero por qué ese lagarto (sic) cree que va a ser presidente así?, me insisten. Pese a estar inhabilitado, Vizcarra parece estar seguro que logrará su postulación gracias a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). No es un proceso sencillo, pero ya hubo alguien que lo logró hace algunos años y hoy es presidente de Colombia. Para el caso del izquierdista Gustavo Petro hay que retroceder hasta el año 2012, cuando era alcalde de Bogotá. Se trató de un asunto que, literalmente, empezó oliendo mal. A fines de ese año, Petro decidió renovar el sistema de recolección de basura con nuevos camiones.

En la transición, la flota no estuvo completa y se dejaron de recoger unas 10,000 toneladas de basura. En los días previos a la Navidad, Bogotá fue una pestilencia. Un año después, Petro fue destituido como alcalde e inhabilitado de ocupar cualquier cargo público durante 15 años por haber afectado la salud pública de la capital colombiana. Entonces, Petro interpuso recursos ante tribunales de su país y ante la CIDH. Esta última instancia le concedió medidas cautelares y lo que vendría a ser acá la Corte Suprema le ordenó a quien por entonces era el presidente, Juan Manuel Santos, acatar la decisión de la CIDH y reponer a Petro en el cargo. Fue así que, desde el 2014, quedó librado de la inhabilitación. Ese es el precedente que Vizcarra pretende utilizar para conseguir lo mismo que Petro en su momento. Aunque Petro tuvo una inhabilitación; Vizcarra pretende zafarse de tres y una más que está por aprobarse. No parecen ser ambos casos un calco, pero el expresidente que pretende volver a serlo querrá agudizar las contradicciones.

Según se recordó en la audiencia del viernes, Vizcarra ya ha tenido al menos una reunión virtual con el presidente de la CIDH, James Cavallaro, sugiriendo aquello que sostendrá su estrategia en ese fuero: el de ser un perseguido político. Vizcarra está inhabilitado por el cierre del Congreso, el ‘Vacunagate’ y por favorecer con contratos en el Estado a Richard Javier Cisneros Carballido, o mejor conocido por su nombre artístico ‘Richard Swing’. Y al menos en el caso de las vacunas, Vizcarra enfrenta en paralelo un proceso abierto.

Hay quienes aseguran que a Vizcarra le hubiera convenido políticamente una prisión preventiva; la victimización, tan nuestra como la Inca Kola. Con él, habrían sumado ya cuatro expresidentes en la cárcel por acusaciones de corrupción. Hay gentes de otros países que me dicen, medio entre la sorpresa e incluso hasta la admiración, que en el Perú la justicia es implacable y no perdona ni a los que gobernaron. Yo pienso, más bien, que en el Perú se vota pésimo y las pruebas están en Barbadillo y en el Congreso.

Y por si acaso, faltan 287 días para las elecciones. 

Jaime Chincha

Pie de página

Comenzó su carrera en 1999 en el equipo fundador del Canal N. Durante todo el año 2005, hizo reportajes de investigación para el programa Cuarto poder, de América Televisión. Entre 2006 y 2007, fue editor general de Terra TV, un canal de televisión por internet de Terra Networks. Desde octubre de 2018 a marzo del 2022, dirigió el programa diario Nada está dicho por el canal de pago RPP TV. Desde el 2 de mayo de 2022, regresó a Canal N para dirigir el programa de entrevistas de política y actualidad: Octavo mandamiento.