Profesor visitante en el departamento de economía de la PUCP

La transmisión intergeneracional de educación ¿la mejor herencia de los padres?, por Javier Herrera

Los logros educativos no bastan para asegurar igualdad en los ingresos, pues las diferencias en la calidad de la educación siguen pesando en la desigualdad de ingresos



Se dice que la educación es la mejor herencia que los padres pueden legar a sus hijos. La razón es simple: mayores niveles de educación están estrechamente relacionados a profesiones mejor pagadas, a mejores empleos y por consiguiente a mayores ingresos. Un mayor nivel de educación abre nuevos horizontes que permiten una mayor libertad para escoger el rumbo que uno quiere darle a su vida. Una mejor educación para los hijos es generalmente una aspiración y motivación de padres que no lograron alcanzar el nivel de educación que les hubiera permitido una mejor vida. Para que los hijos puedan “superarse, muchos padres están dispuestos a grandes sacrificios para que sus hijos sean “profesionales”. Sin embargo, no siempre lo logran y los hijos deberán contentarse con los mismos bajos niveles educativos heredados de los padres. Como consecuencia, la transmisión intergeneracional, de padres a hijos, de los mismos niveles de educación se traducirá en trampas intergeneracionales de pobreza. Una sociedad cerrada, en la que las posiciones sociales son fijas, puede generar frustración, tensiones o pérdida de confianza en las instituciones. Por el contrario, una movilidad más alta favorece la adhesión a los valores democráticos y a la meritocracia. La movilidad educativa revela si la escuela actúa como un mecanismo de compensación o de reproducción de privilegios. Las políticas educativas suelen tener como objetivo abrir el acceso a la educación superior o reducir el abandono escolar. El estudio de la movilidad intergeneracional permite medir la eficacia real de estas políticas: ¿han permitido ellas el progreso de los niños procedentes de entornos desfavorecidos?

Es por ello que el premio Nóbel de economía Stiglitz comenzaba una de sus conferencias diciendo en broma que si uno no quiere ser pobre tiene que elegir bien a sus padres. En realidad, el bajo nivel educativo de los padres es una circunstancia que, al igual que el lugar de nacimiento, no tenemos la libertad de elegir. Una sociedad en donde los niveles educativos se heredan es una sociedad con escasa movilidad social, en donde muchos viven entrampados en la pobreza al lado de unos cuantos privilegiados. Las desigualdades sociales se reproducen en buena medida a través de un acceso a la educación determinado por la posición de los padres. Una mayor movilidad intergeneracional de la educación nos revela si somos una sociedad más justa y cuyo fundamento es la meritocracia y no los privilegios heredados de los orígenes familiares.

¿En qué medida la fuerte expansión del sistema educativo, y en particular de la educación superior, ha incidido en una mejora en la igualdad de oportunidades? Dicho de otro modo, ¿hasta qué punto el nivel de educación alcanzado por los hijos sigue dependiendo del de los padres?  En la medida que la expansión del acceso a la educación ha sido más importantes para las nuevas generaciones respecto a las antiguas, es necesario evaluar la evolución de la igualdad de oportunidades educativas para distintas generaciones. Si no se considera dicha expansión, se sobre estimaría la movilidad ascendente simplemente porque el sistema educativo ofrece mayores posibilidades a todo el mundo y no porque haya mejorado la igualdad de oportunidades.

Existen diversas maneras de medir la movilidad intergeneracional en educación. Una de ellas es considerar qué proporción de personas tuvo un nivel de educación distinto al del padre. Considerando los adultos de 30 años y más que ya completaron su ciclo educativo y comparando sus logros al de su padre, encontramos que la transmisión intergeneracional sigue siendo elevada. Según la ENAHO, en 2024, un tercio (33.9%) de los hijos de 30 años y más tiene el mismo nivel educativo que el padre. Un 60.1% tuvo una movilidad ascendente y el 6% tuvo un menor nivel de educación que el del padre. Un poco más de la mitad (53.9%) de los hijos de padres con educación superior reproducen ese mismo nivel, porcentaje superior al del resto de niveles de educación. En el otro extremo, un tercio (33.1%) de los hijos de padres sin nivel de educación no logró ir más allá. Un valor de 0,785 en el índice de movilidad de Shorrocks-Prais indica una fuerte movilidad educativa intergeneracional. Esto significa que el nivel educativo de los hijos depende relativamente poco del de sus padres. Sin embargo, esta imagen puede ser engañosa, pues no considera la distancia recorrida entre el nivel de educación del padre y del hijo. Este si es el caso del índice de Bartholomew, ya que mide en qué medida se sube o se baja en la jerarquía de logros educativos.

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Considerando el periodo 2007-2024, obtenemos un índice de Bartholomew de 0,230, que refleja una movilidad educativa intergeneracional moderada, pero centrada principalmente en movimientos cortos en la escala educativa. Una proporción significativa de hijos no permanece en el mismo nivel educativo que sus padres, pero la mayoría de los cambios son de poca amplitud (por ejemplo, de «primaria» a «secundaria» o de «secundaria» a «superior no universitaria»). Cuando tomamos en cuenta los grupos de edades, constatamos que la movilidad intergeneracional sube de generación en generación, pasando de 0.230 para los nacidos antes de 1950, 0.235 para los nacidos en la década del 60, luego cae ligeramente para los nacidos en el periodo del gobierno militar y vuelve a subir alcanzando un pico de 0.242 para los nacidos después de 1980 cuando se da la gran expansión de la educación superior con la proliferación de universidades de mediocre calidad. Esto se confirma cuando examinamos la evolución de la intensidad de la relación entre educación del padre y la del hijo(a) a lo largo del periodo 2007-2024 mediante un modelo UNIDIFF, utilizado en los estudios de movilidad social. Encontramos que la asociación entre origen y destino educativo se ha debilitado con el tiempo. Este resultado es consistente con una mayor movilidad intergeneracional, en el sentido de que el nivel educativo del padre influye cada vez menos en el nivel alcanzado por el hijo/a.

Sin embargo, la disminución de la transmisión de los mismos niveles de educación de una generación a otra no es suficiente para reducir las desigualdades de ingreso pues ellas siguen correlacionadas con el nivel de educación del padre, sin duda a través de otras variables asociadas como la red de relaciones, el patrimonio familiar, etc. Así, los ingresos por trabajo de dos personas, ambas con estudios superiores universitarios, difieren según el nivel de educación del padre en un rango que va de 1 a 5. La amplitud de las diferencias es menor para aquellos con padres de menor nivel de educación.

La movilidad intergeneracional en los logros educativos no ha borrado las otras desigualdades de oportunidades que persisten de generación en generación. Ellas están ligadas a la calidad de la educación recibida, a las diferencias en el capital cultural de los padres y al patrimonio heredado. Los logros educativos no bastan por sí solos para asegurar igualdad en los ingresos, pues las diferencias en la calidad de la educación en todos sus niveles siguen pesando en la desigualdad de ingresos. La real igualdad de oportunidades vendrá cuando todos, sea cual sea el nivel de educación de nuestros padres, pueda acceder a una educación de calidad.