Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente...
En tiempos de incertidumbre y miedo, los discursos autoritarios ganan terreno. En el Perú, algunos políticos extremistas parecen haber encontrado en Nayib Bukele una figura atractiva: joven, desafiante, implacable, con resultados en seguridad ciudadana. Sobre la base de lo que “imaginan” ha sido el resultado, a imitarlo, entonces…
Pero ¡cuidado! Bukele no encarna una nueva forma de gobernar, sino una vieja fórmula -muy “latinoamericana”: represiva, peligrosa y profundamente antidemocrática. “Necesitamos un Bukele peruano” es una muy peligrosa frase simplista que algunos facilistas vienen usando. ¡Cuidado con la visible tentación de López Aliaga de seguir ese camino!
¿Qué pasaría si se aplicase lo que hizo Bukele en Lima, una ciudad de más de 10 millones de habitantes? La respuesta es clara: un desastre para la democracia y una amenaza directa para los derechos fundamentales.
En el pequeño El Salvador, Bukele ha impuesto un régimen de excepción permanente, bajo el cual ya se han detenido a más de 80,000 personas sin debido proceso. Se sabe que entre ellos hay miles de inocentes, especialmente jóvenes. Detenciones que se basan en estereotipos, apariencias o zonas de residencia. Eso, pues, discriminación artera: jóvenes de barrios populares son tratados como sospechosos por defecto. Si algo así se trasladase a Lima, los más golpeados serían los adolescentes de distritos como San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador o el Rímac, muchos de ellos ya estigmatizados por su pobreza.
Pero no solo los jóvenes, en general, estarían en riesgo. Las mujeres también. Bukele no solo no ha promovido ninguna política de igualdad de género. Al revés, ciertas mujeres son un objetivo policial. No llama la atención que esta semana detuvieron en El Salvador a Ruth López, líder de Cristosal, la principal organización dedicada a la defensa de los derechos humanos en El Salvador. López ha sido una de las juristas más incisivas frente al actual régimen y fue reconocida en 2024 por la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo.
Su detención marca un antes y un después en la creciente criminalización de la disidencia en ese país. Duro e injusto precio a pagar.
Varios políticos facilistas locales caen en este simplismo. En lugar de fortalecer la inteligencia policial o mejorar la coordinación con la PNP desde, por ejemplo, las municipalidades, proponen que entren a tallar las Fuerzas Armadas, como en dictadura.
Los que caen en este simplismo tienen una común lógica ineficiente contra el delito: miedo al disenso, desprecio por los derechos humanos y nostalgia del autoritarismo.
No hay que olvidar la historia reciente del Perú. Que ya nos enseñó lo que ocurre cuando se sacrifica la democracia en nombre del orden. La ciudadanía: exigir soluciones frente a la inseguridad. Pero soluciones reales: prevención del delito, justicia eficiente, policías capacitados, acciones de inteligencia, participación vecinal. La respuesta no es militares en los parques. Necesitamos gobernantes que trabajen, no imitadores de caudillos autoritarios, un servicio policial preventivo serio y profesional.
En Bukele no hay “modelo”. Estamos advertidos. Y si el Perú cae en esa trampa, todo el país pagaría las consecuencias.
Es momento de profesionalizar, de nuevo, la investigación policial. Y la participación comunal, incluyendo las organizaciones barriales en las que sus miembros hoy tienen todos sus integrantes teléfonos celulares.
Más interconexión comunal y acceso fluido y preciso a la autoridad policial, son caminos que dieron muy buen resultado en Nicaragua antes de que a Daniel Ortega le entrase la corrupta obsesión por el poder absoluto y se volviera dictador.
Antes de esto ya Nicaragua era un país con una de las tasas de homicidios más bajas de Centroamérica, en un contexto regional afectado por la violencia del narcotráfico y las maras. Parte esencial de ese resultado se debió a la prevención del delito con base comunitaria, que articulaba participación ciudadana, trabajo territorial y una policía orientada al vínculo social.
En ese proceso, que creo podemos llamar “modelo”, la policía desarrolló un enfoque de “policía comunitaria”, orientado a la prevención más que a la represión, con fuerte presencia policial en barrios y comunidades, eso sí.
Componente clave: promover una relación directa entre agentes policiales y la comunidad, buscando confianza y cooperación. Cada agente policial asignado a un territorio, conociendo a sus habitantes y trabajando en coordinación con líderes vecinales, iglesias y organizaciones sociales. Paralelamente, atención a jóvenes en riesgo, vulnerables al reclutamiento por pandillas. Enfoque en educación, deporte, arte y empleo.
Más recientemente, Argentina ha tenido muy buenos resultados en la reducción del crimen y el delito. Implementaron una estrategia de seguridad focalizada en los municipios con mayor incidencia delictiva, y reforzaron la coordinación entre fuerzas federales y provinciales. Además, se fortaleció la inteligencia criminal y se implementaron operativos centrados en la prevención del delito. Hoy tienen la tasa de homicidios más baja en 25 años.
En la región hay, pues, buenas experiencias de donde sacar ideas, que no son el bukelismo. Pero basta ver la historia para anticipar a dónde lleva el simplismo del autoritarismo. No lleva a un buen lugar para los ciudadanos.

Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.