Ludwig Erhard fue el padre de la economía, la llamada economía social de mercado (ESM), concebida por muchos como la tercera vía entre el capitalismo clásico y el estatismo.
En el Perú de hoy y con los congresistas de hoy, la ESM se ha convertido en economía mercantilista de mercado, sometiendo al mercado.
En el modelo alemán de ESM no existen, por ejemplo, universidades privadas; el Estado tiene acciones en la emblemática fábrica de automóviles Volkswagen, y el Estado, asociado con los privados, impulsa la poderosa y necesaria industria del hidrógeno verde para generar empleo y proteger el planeta. Sus intereses nacionales no están reñidos ni con lo social ni con el mercado. Lo nacional, la cultura nacional, le otorga al mercado orgullo y mística.
Dijimos por eso en 1994 que “un mercado nacional fuerte constituye uno de los apoyos más importantes para realizar negociaciones soberanas con el exterior”.
Se trata de fortalecer el mercado interno para exportar y de exportar para fortalecer el mercado interno. De invertir dentro o fuera de la nación, pero siempre para fortalecer el fondo de acumulación de la nación.
La idea de nación supone y abarca a la economía social de mercado. Son los intereses nacionales y geopolíticos los que cobran importancia en las crisis. Mírese, si no, lo que acontece con los Estados Unidos, que pasa de campeón de la apertura y la globalización a subordinar, en este caso equivocadamente, a que todo el mundo tenga que tolerar su amenaza de 100 por ciento de aranceles a todas las importaciones que no les convenga. De Gaulle tenía razón: el interés nacional está por encima de las visiones de clase.
Es preciso entonces expresar mejor nuestras intenciones, porque no todo lo social es nacional. En cambio, todo lo nacional implica necesariamente a lo social. Llegó la hora de luchar por una Economía Nacional y Social de Mercado.