Degradación de la nación, por Alfonso López-Chau

El abuso contra el débil generalmente se convierte en cobardía frente a un enemigo superior.

Publiqué mi opinión sobre el fujimorismo en setiembre de 1996 en la revista Apertura, con el título de ‘Tiranía electiva’. Luego trasladé su contenido en distintas ediciones aquí en La República. Hoy extraigo estas frases y reflexiones:

José María Arguedas: “El Dios necesita auxilio de los que no fabrican pestilencia”.

Octavio Paz: “Y lo más vil fue el público que aplaude o bosteza en su butaca”.

René Kraus: “No puedes construir un Estado con muñecos, como una nación no puedes construirla con ilotas. Si se embota la conciencia de los ciudadanos, llegará una hora sombría en que se volverán contra ti con más odio. La defensa de la libertad exige que no se abuse por medio de una paz injusta que veje honras. Las persecuciones a través de ingeniosas como tenebrosas combinaciones y la mezquina venganza, que goza en atormentarlos y oprimirlos, constituyen un oprobio más para el verdugo que para la víctima. Constituyen una vergüenza para la humanidad. Hay un hambre que no se satisface con alimentos y una sed que no se cubre con agua. Es el espíritu del hombre, es su orgullo, es su dignidad”.

Resulta claro, entonces, que son los gobernantes quienes tienen mayor responsabilidad. Cada usurpación y cada corrupción de los gobernantes alientan al individuo a una transgresión similar en su propio campo. Cada perfidia política engendra una perfidia social. El abuso contra el débil generalmente se convierte en cobardía frente a un enemigo superior o en huida cuando la situación es adversa.

Puestos los argumentos en una balanza y colocando, por un lado, los éxitos y los logros, y por el otro, el envilecimiento de la sociedad, pesará siempre más para la historia y para las personas de Estado el envilecimiento moral de la nación, porque quiebra su espina dorsal, su futuro y la capacidad de combatir y competir de una nación en todos los campos.