Escribe: Eduardo González Viaña*
Se vienen haciendo comentarios sobre un posible paralelismo entre Fujimori y otros personajes históricos. El único y el más próximo que encuentro es entre el dictador recién fallecido y el general Videla, dictador de Argentina. Eran mellizos, pero mellizos diferentes.
Ambos fueron terroristas. Ambos fueron genocidas. Ambos eran sumamente ignorantes. Ambos desindustrializaron a sus países, e impusieron a sangre y fuego un orden neoliberal por encargo de otros.
Se parecen en casi todo, pero se diferencian en algo muy importante. Videla aceptó las penas impuestas sin pedir clemencia y tomó sobre él toda la culpa.
Al responsabilizarse en su condición de comandante en jefe, el argentino salvó para la historia el honor de las fuerzas armadas de su país en cuyas filas militara el bravo y honesto libertador José de San Martín.
Fujimori no cesaba de pedir clemencia. Entre dos hombres pequeños, este era insignificante. Lo más grave: Fujimori intentó a través de toda su estrategia judicial inculpar a la fuerza armada de los delitos que él mismo planeó y ordenó desde palacio.
Terroristas y genocidas, Videla y Fujimori tienen decenas de miles de muertos en su haber. Al argentino se le probó y condenó por el robo de bebés, el fusilamiento de presos y otras bestialidades sin fin. No tan solo la Argentina, todo el mundo tiene presente la imagen de los presos que son subidos a helicópteros, torturados allí y arrojados a las aguas del Río de la Plata.
En los archivos televisivos, en el Youtube, cualquier persona de París, Londres o Nueva York puede ver y escuchar ahora mismo el testimonio de los jóvenes que, cuando bebés, fueron arrancados del vientre de la madre y vendidos. Argentina no es un país secreto.
Tampoco es secreto el Perú. En Roma, Ginebra, Madrid o en Washington, quien lo desee puede entrar en Youtube y escuchar a las mujeres que fueron esterilizadas contra su voluntad. Puede enterarse de cómo una guerra civil fue convertida en una guerra étnica y de qué manera decenas de pueblos fueron arrasados o de cómo los cadáveres de los torturados fueron enterrados e incinerados en los cuarteles.
Videla y Fujimori no fueron el poder, sino su brazo armado. Traidores, cumplieron órdenes extranacionales. Su misión era instaurar una economía neoliberal en la que el Estado fuera despojado de sus bienes y funciones. El encargo era que aquél fuera privatizado para beneficiar al gran capital transnacional, a las corporaciones foráneas y a sus socios locales.
Para llevar a cabo ese encargo, tenían que arrasar la institucionalidad e imponer el pánico. Este y la perversidad son los mejores medios “de persuasión” que conocen los gobiernos terroristas.
Videla y Fujimori se parecían en todo, pero no en todo. Ya se sabe hoy que el dictador japonés debía a su alianza con Montesinos el hecho de ser uno de los hombres más ricos del mundo. Por supuesto, no era un “caído del palto”.
Por su parte, el argentino era un genocida austero. No bebía. No era ojo vivo. Comulgaba con frecuencia. No se ha hablado de millonarias cuentas a su nombre en el exterior. Probablemente creía que la sangre derramada de otros lleva al cielo. Videla era algo así como un carnicero vegetariano o como un violador casto. En eso, estos mellizos no se parecen.
Ambos fueron los terroristas y los genocidas del Perú y de Argentina, mellizos pero diferentes.
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*Escritor.
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