Así no juega Perú, por Jaime Chincha

Este capítulo de la historia republicana lo recordaremos en el futuro, desde el cándido rubor hasta la absoluta vergüenza. Nunca se drenó tanto a la institucionalidad para los que detentan un poder fugitivo. Nunca fue tan obvio el uso de la gaceta oficial para salvar el pellejo como lo están haciendo el Ejecutivo y el Legislativo.

La radio bemba anuncia próximos cambios en el gabinete. En la terna del recambio restallan las carteras de Transportes y Comunicaciones, Desarrollo Agrario e Interior. Este último Ministerio, de acuerdo al soporífero mensaje presidencial de 28, deberá llamarse en poco Ministerio de Seguridad Pública; la cosa quedó en anuncio nomás, porque no hemos leído contenido alguno de cómo diantres se va a ejecutar tamaña transformación ministerial.

Fusionar y cambiar ministerios toma más años de los que le quedan a este gobierno de pacotilla. Lo que sí atestiguamos esta semana fue una suerte de parada policial que desfiló, literalmente, del puente a la alameda; o de Palacio al Rímac, para que mejor se entienda. Casi todo el cuerpo de la policía de Lima, desplegado como una fatua y torpe escenografía; como tratando de lavarle la cara al señor Juan José Santiváñez, rindiendo pleitesía a la señora presidenta –siempre gustosa de los halagos y los homenajes al estilo de club departamental–, habrían consumado el respaldo efímero al ministro que se atrevió a despedazar a la Diviac.

De acuerdo al testimonio del abogado José Carlos Mejía, el señor Santiváñez le confesó al capitán Junior Izquierdo que su designación ministerial tuvo un solo propósito: acabar con esa detestable división policial de Harvey Colchado. La Diviac que apresó a Nicanor por algunos días. La Diviac que encontró el Rolex en el allanamiento a la casa presidencial. La Diviac que tropezó al publicar la torta con Harvey haciendo de verdugo rompepuertas; argumentos más que suficientes para que el gobierno de los Boluarte termine empapelándolos. Sí, nos está gobernando el club Apurímac y nos seguimos haciendo los del calzón con bobos.

Lo cierto es que la situación del ministro del Interior es insostenible. Desde defensor de policías corruptos, pasando por represor de opiniones del periodismo independiente, hasta ejecutor coactivo de las pocas instituciones que quedan en este país sin ley. Según fuentes bien informadas, Santiváñez habría montado el despliegue de policías para mostrarle a la señora Boluarte de lo que es capaz de hacer. Y la señora que ejerce tan alta investidura solo fue capaz de solazarse la noche del último jueves; caminando como la jefa suprema de las fuerzas policiales que es.

Santiváñez sigue aún en el bolo de los probables despedidos en el gabinete. Ni qué decir de la condición actual del señor Ángel Manero, el ministro del hambre. Fue capaz de querer desacreditar las cifras de la FAO sobre cuánta carencia alimentaria abunda en el Perú. Manero quiso interpretarse a sí mismo diciendo que él no cenaba y por ende era parte del Perú hambriento; eso es más que una ofensa para la crisis que padecemos por este gobierno fantoche que preside la señora, esa que se deja convencer con cualquier galantería que tenga valor en quilates.

Este capítulo de la historia republicana lo recordaremos en el futuro, desde el cándido rubor hasta la absoluta vergüenza. Nunca se drenó tanto a la institucionalidad para los que detentan un poder fugitivo. Nunca fue tan obvio el uso de la gaceta oficial para salvar el pellejo como lo están haciendo el Ejecutivo y el Legislativo.

El defensor del Pueblo busca acabar con la extinción de dominio, mientras su hermana enfrenta un proceso de tal calaña. Y el señor Gutiérrez apenas hace una mueca cuando el periodismo lo cuestiona. Y tampoco es posible que el otrora abogado de Cerrón, hoy dizque defensor de este pueblo gigante, defienda los patrimonios de un prófugo utilizando a la institución que preside. No hay que olvidar que el prófugo Cerrón lleva casi un año burlando su captura. No hay que olvidar que hay otro Cerrón sentado en esa mesa congresal que no llega ni al 10% de legitimidad.

No hay que olvidar que esa mesa congresal sostiene a este gobierno del demonio. Recuerdo a la señora Keiko Fujimori gritando el nombre de Cerrón en la última campaña presidencial que volvió a perder. El fujimorismo, camaleónico y pérfido desde su hechura, calla hoy cuando debería más bien pedir la captura del líder leninista que anda a salto de mata. Pero no se oye padre. El padre de toda esta hechura solo recibe su pensión a costa de nuestros impuestos.

Y no hay que olvidar que Josué Gutiérrez está donde está, en virtud al fujiacuñicerronismo; ese muppet político que mantiene secuestrado al país, sin que nadie diga, con real vigor y resistencia ciudadana, ni chis ni mus.

Quien realmente quiere que todo esto cambie, congrega y se pone al frente. ¿Dónde están los que realmente aspiran a que todo esto se acabe? ¿Escondidos o escondidas en sus redes sociales, creyendo que siendo tendencia van a movilizar a nada más que unos gnomos que les apapachen con un retuit y un aderezado hate? No, así no se hace patria, señores y señoras.

El buen periodismo –que aún sobrevive, y del que me honro ser parte– sigue alumbrando hoy sobre las sombras que hoy quieren desdibujar esta patria hecha a retazos. ¡Cómo es posible que se haya lesiglado violentando la ley del crimen organizado! El Congreso, en su gran mayoría de representantes, está tomado por organizaciones criminales que buscan lavar más que dinero; buscan arrasar con todo: allanamientos, jueces, fiscales, JNJ, organismos electorales e impunidad para los que lideran esas bancadas. Todo un huaico de la corrupción con la anuencia tácita de una ciudadanía que, entendiblemente, está más pendiente de llevar el pan para la casa que los latrocinios aquí resumidos.

Quien preside el Parlamento es un defensor del peor de los males que debemos padecer, después del terrorismo que nos puso contra la pared en los ochentas. La minería ilegal es el karma que no nos merecemos, pero que padecemos. Los enclaves de tal peste delincuencial están gobernados por el partido de César Acuña, el aliado de esta pantomima de gobierno que padecemos. Pataz, La Libertad, el centro neurálgico de una zona liberada por los mineros ilegales que hacen y deshacen en el territorio del tío de la plata como cancha. Roban y canibalizan en la minera Poderosa que, treja y resiliente, se mantiene en ese suelo porque siguen creyendo que esa tierra aún se puede decir que es patria. Madre de Dios, Puerto Maldonado, el otro enclave de la bestialidad minera al margen de la ley. El abogado de ese imperio ilegal y devastador es hoy presidente del Congreso. El acuñismo es el que tiene la sartén por el mango.

Tome nota, peruano, peruana. Las elecciones del 2026 –o antes, quién sabe, nada está dicho en el Perú de hoy– resultan fundamentales para nuestras descendencias. Este es un país sin ley porque a quienes elegimos se terminaron vendiendo al crimen organizado y a todo lo lumpen que haya parido esta tierra desgraciada. Que hablen los partidos. Que diga esta boca es mía el Acuerdo Nacional. Nos estamos yendo a la mierda y todos mirando sus redes. Es en serio, el Perú no se merece todo esto

Jaime Chincha

Pie de página

Comenzó su carrera en 1999 en el equipo fundador del Canal N. Durante todo el año 2005, hizo reportajes de investigación para el programa Cuarto poder, de América Televisión. Entre 2006 y 2007, fue editor general de Terra TV, un canal de televisión por internet de Terra Networks. Desde octubre de 2018 a marzo del 2022, dirigió el programa diario Nada está dicho por el canal de pago RPP TV. Desde el 2 de mayo de 2022, regresó a Canal N para dirigir el programa de entrevistas de política y actualidad: Octavo mandamiento.