A dos días de las Fiestas Patrias, estamos lejos de un ambiente festivo/celebratorio, en ningún sentido. La inestabilidad controlada que han asegurado los poderes económicos, la mayoría congresal y el Ejecutivo, coloca distintos derechos y servicios públicos en un equilibrio de bajo nivel que deberá ser reparado por el próximo Congreso y el próximo Ejecutivo.
En un discurso de 28 de julio honesto, la presidenta Boluarte debería pedir perdón, en primer lugar, por los 50 asesinatos no solo porque su responsabilidad en la línea de mando está clarísima, sino también por la convenida miseria con la que ha entregado los sectores a quienes perdieron las elecciones, a cambio de quedarse hasta el año 2026 en Palacio de Gobierno. Solo para dar un ejemplo, el Ministerio de Educación macartista, que ha buscado censurar textos escolares que incomodan a los partidos políticos de la inquisición, encabezado por un ministro que considera que la violación contra niñas awajún es una “práctica cultural”. Respecto a este tema, una respuesta lánguida y tardía del Ministerio de la Mujer, y el cariñoso silencio del Ministerio de Cultura, nos hablan de la mediocridad de sus liderazgos.
¿Qué debemos esperar del mensaje de 28 de julio? Nada más que una lista de lavandería de acciones que no son más que la inercia estatal, que día a día se mueve lentamente bajo el accionar de burocracia de rango medio que subsiste a duras penas. Así, la Dirección General de Educación Superior Universitaria no ejerce rectoría y observa cómo la Sunedu perdió sentido, la Dirección de Transversalización del Enfoque de Género fue desaparecida del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, el programa Barrio Seguro está muriendo de inanición en el Ministerio del Interior, el sistema de salud está desabastecido incluso de los medicamentos básicos para enfermedades crónicas, y esta lista podría continuar.
Corresponde ahora identificar en estas fiestas tan poco festivas, identificar desde las políticas públicas cuáles son los demás espacios cuya institucionalidad ha sido arrasada con una mano adornada de Rolex y Cartier, para cambiar lo que se pueda y transformar lo que se deba, pensando sobre todo en quienes vienen esperando el cambio 203 años después.