¿Hay aquí neonazis anticholos?, por Mirko Lauer

“Todo esto empuja a pensar que la extrema derecha es más un concepto traído del hemisferio norte, como otros tantos, pero sin expresión cabal ni suficiente en el cuerpo social o político de este país”.

La facilidad con que partidos de extrema derecha se deslizan hacia posiciones expectantes en la Unión Europea mueve a preguntarse por el futuro de esas ideologías aquí entre nosotros. Una diferencia a tomar en cuenta es que aquí tenemos problemas para reconocer quiénes son de extrema derecha y quiénes no.

Fuerza Popular, la principal agrupación de derecha en el país, tiene algunos rasgos extremos, por ejemplo, en sus activas fobias ante algunas posiciones o la facilidad con que ha venido conculcando derechos o libertades. Pero en otros aspectos resulta ser una derecha convencional, digamos, siempre y cuando lo popular no atente contra sus intereses.

Siempre se ha considerado que Renovación Popular es la más clara expresión local de un derechismo extremo. Pero hasta eso ha fallado. Algunos militares del elenco se sienten jaloneados por esporádicos derechismos extremos, pero les faltan deseos o imaginación para ir más allá. Su extremismo consiste en un romance con su autoridad personal.

En cambio, el líder de RP, Rafael López Aliaga, se ha desentendido de toda consideración ideológica desde que fue elegido alcalde de Lima. Lo que parecía que iba a ser un autoritarismo eficientista terminó revelándose como vulgar prepotencia de gamonal, de la que se ve en todas las posiciones del espectro.

Lo que hay en el Perú quizás son personas de extrema derecha, pero que no actúan desde organizaciones políticas propiamente dichas. Los más reconocibles colaboran con los medios de prensa que los acogen, siempre mirando hacia afuera. Los vemos en permanente polémica con caviares, las ONG, izquierdistas, sociedad civil y otros, pero muy rara vez se les escucha propuestas de gobierno.

Todo esto empuja a pensar que la extrema derecha es más un concepto traído del hemisferio norte, como otros tantos, pero sin expresión cabal ni suficiente en el cuerpo social o político de este país. En general, en América Latina ha habido momentos de extrema derecha, algunos largos incluso, pero no una tradición propiamente dicha, como en Europa.

Algunos problemas: nuestra extrema derecha no es extrema, las versiones importadas son claramente ofensivas para las mayorías nacionales, los grandes temas del norte (inmigración, élites, nacionalismo) no pesan en la política local. Entonces, lo nuestro son las posiciones intermedias, disfrazadas de extremas por el gesto, no por el contenido.

La República

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