(*) Psicólogo Social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima
Un tema que se repite en el debate sobre la actual situación política es qué pasa con la gente que no sale a protestar o no reacciona a pesar de los bajos niveles de aprobación que tiene el Congreso y el Ejecutivo.
La última encuesta de octubre del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) preguntó “¿De qué manera cree que usted puede participar para mejorar la situación del país? ¿Participando en…? y se mostró una serie de alternativas.
Solo un 10% mencionó que los partidos políticos son una alternativa para canalizar inquietudes de mejora. Esto solo confirma el deterioro de una de las instituciones más importantes llamadas a cumplir esa función. Lamentablemente, sabemos que a muchos de los actuales promotores de partidos tampoco les interesa la participación ciudadana.
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Basta ver el boicot que se está haciendo en el Congreso de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). En su mirada utilitaria… y poco efectiva, solo les interesa el voto, no la participación. Han logrado su objetivo, los líderes de partidos no quieren participación amplia y los ciudadanos no los ven como un canal de cambio.
Según la encuesta, para casi dos tercios de los peruanos son las juntas o asociaciones de la comunidad y la vigilancia ciudadana a las autoridades (30% y 29% respectivamente) las dos alternativas que tiene la población para canalizar oportunidades de mejora de la situación del país. En los setenta, estas organizaciones estaban vinculadas de alguna manera a algún movimiento político.
Esto ya no ocurre hoy. Es más, la misma encuesta del IEP muestra cómo la evaluación positiva de estas formas de canalizar un cambio está relacionada negativamente con la política. Entre las personas menos interesadas en la política, la evaluación positiva de juntas y acciones de vigilancia ciudadana es mayor. El interés en la política y la participación ciudadana no caminan juntas.
Un reciente artículo de Shanna Taco en Hildebrandt en sus trece muestra cómo jóvenes dirigentes de diversas organizaciones son activos en sus instituciones (hay participación ciudadana) pero críticos y desconfiados hacia la política en general y hacia los partidos en particular. La encuesta citada muestra algo semejante a nivel nacional y para todos los segmentos: la ciudadanía desea participar y cree que hay canales para ello, pero alejados de la política y más cercanos a sus intereses cotidianos.
Las juntas vecinales estuvieron vinculadas a temas de consolidación urbana y hoy están más orientadas a temas de seguridad ciudadana. Las asociaciones de vigilancia se concentran en temas diversos, pero en general son organizaciones que reclaman a nivel local una mejor gestión de los servicios públicos. Se preocupan más por un mejor Estado, más que a demandas político-democráticas.
Es un público orientado a ciertos temas que le atañen directamente. Lejos de la escena oficial, pero cerca de la local. El problema es que todas estas iniciativas caminan cada una por su lado. Si no hay quienes representen y canalicen, lo que nos quedan son fragmentos de demandas.
Esta situación puede prestarse a un juego clientelar, cosa que hoy ya ocurre entre congresistas que canalizan intereses sectoriales diversos, o puede ser también una alerta para quien esté interesado en construir una representación legítima que medie entre estos dispersos intereses y la gestión del conjunto del país. La mezcla de interés por el activismo más vinculado a los asuntos inmediatos y el alejamiento de lo político puede ser la base de la reconstrucción de la representación democrática, pero también el germen de cualquier emprendimiento autoritario o plebiscitario que ofrezca justicia por vías no democráticas.
Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.