Hace un par de días recibí el comentario del escritor Víctor Hurtado Oviedo a una columna mía en la que critiqué la iniciativa del gobierno de una pena de cárcel de 30 años a quien robe un celular: “¿Realmente crees que el aumento de penas no disminuye el número de delitos?”. Mi amigo Tito está a favor, y a continuación explica por qué.
¿Realmente cree alguien que el aumento de penas no disminuye el número de delitos? Este es un mantra que a veces funciona y a veces no. No funciona en los casos del crimen organizado, de los psicópatas, de los débiles mentales y de los crímenes pasionales, aunque esta denominación espante a las feministas (también hay asesinas, autoras de delitos pasionales).
Imaginemos una pirámide de tres pisos. En la cúspide están los delincuentes primerizos, que se espantarán ante el aumento desmesurado de unas penas. En medio están los delincuentes habituales, pero que podrían pensarlo mejor y dedicarse a otras cosas. En la base están los delincuentes profesionales, que seguirán robando teléfonos o matando gente, aunque la pena respectiva sea de 5 minutos o 5.000 años.
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Con el aumento de las penas nos libraríamos de gente que se inhibiría, y este es un avance que los juristas angelicales nunca consideran. Hace muchos años, yo trabajé en el reformatorio de Maranga, y aseguro que esa pirámide existe.
Yo estoy a favor de los 30 años de cárcel para los ladrones de celulares, y solo espero que se conozca al primer condenado y a su mamá, quien saldrá llorando en la televisión diciendo que su hijito es un buen chico y que ayuda a celebrar misa todos los jueves. Empero otro de sus hijos no roba y trabaja.
Los 30 años podrían reducirse a 15 si el delincuente muestra buena conducta en la cárcel, pero la pena debe ser alta para que funcione como castigo. Prevención sí, pero castigo también.
Una pena de cárcel solo tiene sentido en prisiones como las que inventó Nayib Bukele, donde los delincuentes están totalmente aislados del exterior y no reciben visitas. Hablan con sus abogados mediante Zoom, que graban los carceleros.
Mientras tanto, habrá que comprarse otro celular para usarlo de repuesto.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.