Opinión

¿Marchar o no marchar es la cuestión?, por Augusto Álvarez Rodrich

Por ello, ¿marchar o no marchar es la cuestión? Hay razones legítimas en ambos lados, que deben ser al menos respetadas por quienes piensan diferente, pero hay, sin duda, asuntos mucho más relevantes que solo ese.

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La polarización profunda que vive el Perú desde hace tiempo anda siempre a la caza de espacios cotidianos para la confrontación en la política, medios, redes, y en cuanto espacio sea propicio, y la Toma de Lima, protesta, marcha o como se le quiera llamar a la movilización de mañana, es percibida por ambos lados de la confrontación como un momento estelar de sus humanidades.

Eso es un error especialmente para los grupos más sensatos en cada lado: los que están a favor o en contra de la marcha, algo que, sin embargo, encierra una generalización indebida.

Entre quienes están a favor de la marcha están los que quieren el adelanto electoral, pero, también, los que buscan la reposición de Pedro Castillo —como algunos en la CGTP—, una asamblea constituyente, rechazar al imperialismo, la privatización y explotación de recursos naturales, expulsar a las tropas yanquis de la patria, para no hablar de grupos violentistas que creen que mantener viva la protesta necesita muertos. La misma dispersión ocurre entre quienes se oponen a la marcha.

Hay un consenso bastante amplio en el Perú sobre la conveniencia del adelanto electoral por la constatación de fracaso rotundo tanto del gobierno como del congreso en lograr un mínimo de representación de la ciudadanía, siendo la expresión más clara de ello la desaprobación de entre 80% y 90% de la presidencia de la república y del parlamento, que será presidido desde fin de mes sabe Dios por quién, pero que, al final, será más de lo mismo.

El problema es que, habiendo consenso sobre el adelanto, no hay ideas sobre lo que seguiría a continuación, con el riesgo de que se obtenga luego, más o menos lo mismo, pero peor.

Mientras se encuentra un camino, la protesta de mañana sería un éxito si, para empezar, no hay ningún muerto que lamentar, lo que generaría una crisis mayor, para lo cual deben colaborar las fuerzas del orden y las del desorden, y si es una oportunidad para empezar a pensar en cómo salir realmente del atolladero en que está el Perú.

Por ello, ¿marchar o no marchar es la cuestión? Hay razones legítimas en ambos lados, que deben ser al menos respetadas por quienes piensan diferente, pero hay, sin duda, asuntos mucho más relevantes que solo ese.