La bandera de luto
En las plazas públicas se alzan como símbolos de la protesta por la muerte de compatriotas.

Como no ocurría desde hace varios años, colectivos ciudadanos en todo el país izaron, este 7 de junio, banderas de luto en las plazas públicas en protesta por la lentitud con la que se está procediendo con la investigación de los crímenes extrajudiciales que se han cometido en nuestro país durante las manifestaciones sociales de diciembre pasado.
Algunas de estas muertes de civiles desarmados ocurrieron hace 6 meses. Hasta la fecha no hay mayor avance en la investigación que, centralizada en Lima, parece querer ser cubierta con el manto del olvido, que es también el manto de la impunidad.
Los fiscales hacen preguntas genéricas a la presidenta Boluarte, quien se escuda en su silencio y sus ayudas memoria para evitar dar pasos en falso mientras evade las interrogantes de los abogados de las víctimas. Parece el pacto infame de quien no quiere investigar a fondo y de quien evita a toda costa la responsabilidad.
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Esta lenidad fiscal es la que se denuncia con el lavado de banderas, las cuales, por la muerte de los compatriotas, son de luto, blancas y negras, sin el color rojo característico. Es también una expresión de protesta por la pérdida paulatina de la democracia, aniquilada por la marcha de un plan de captura de las instituciones públicas que se gesta desde el Congreso, pero que cuenta con el aval del Ejecutivo.
El Poder Judicial, sin más ni más, ha emitido un comunicado en el que amenaza con prisión y otras sanciones a quien altere las características básicas de la bandera peruana, en abierta respuesta a estas primeras banderas de luto, que pueden convertirse en el símbolo de la lucha de los ciudadanos contra la impunidad y el intento fascista de control del país.
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Habría que recordar, en esta fecha tan significativa para nuestra historia como nación, al puñado de peruanos —menores en número, pero engrandecidos ante la inminente derrota a la que se enfrentaron sin miedo, dándole la cara a la muerte—, quienes defendieron la enseña patria en esa epopeya inmensa del morro de Arica, que conmemoramos cada 7 de junio. Bolognesi y Alfonso Ugarte dejaron su vida en defensa de la patria, invadida, cercenada y esclavizada.
La bandera que defendieron nuestros héroes no se inscribe en las formalidades en las que cae el PJ. Es el símbolo del pueblo que la mantuvo oculta mientras duraba el cautiverio; es la enseña que Ugarte defendió de las manos del enemigo; es el emblema de un país que se subleva ante los tiranos; es la resistencia de una nación frente a la cobardía y el abuso. Por ello, como cada 7 de junio, viva la bandera del Perú.






