Han transcurrido 85 años del fallecimiento de nuestro exponente mayor de las letras peruanas, César Vallejo, poeta universal. A los 46 años partía de este mundo para la inmortalidad. En París, un 15 de abril de 1938, como auguraba en uno de sus poemas más conocidos: "Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París –y no me corro– / tal vez un jueves, como es hoy, de otoño".
No fue un jueves, sino un Viernes Santo, y llovía en París esa mañana. El escritor, ensayista y, fundamentalmente, poeta había logrado construir un mundo singular y de voz propia, que aún hoy retumba por su originalidad y notable calidad. Poemas humanos, Trilce, España, aparta de mí este cáliz y Los heraldos negros forman parte de su producción poética; pero hay prosa —cuentos como Paco Yunque y El tungsteno— que aún hoy se lee en las escuelas y un trabajo periodístico desarrollado en Europa, el cual vivía los años de la preguerra que desencadenarían la Segunda Guerra Mundial.
Vallejo, nacido en Santiago de Chuco, La Libertad, logró escribir en el Perú dos de sus libros más importantes: Los heraldos negros y Trilce, que se publican sin el reconocimiento de la élite local, la cual le fue particularmente ajena. En uno de ellos se reflejan los más de 100 días de prisión en una cárcel de Trujillo, donde fue acusado falsamente, y el fallecimiento de su madre, con quien no pudo compartir sus últimas horas.
Finalmente, logra cumplir su sueño europeo y se establece en París hasta el final de sus días. Sus ideas políticas se materializan en contacto con la lucha antifascista que recorría el Viejo Continente, amenazado por la existencia de Francisco Franco en España, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania. Contra ese peligro, alza su voz de poeta y de periodista comprometido alertando sobre la barbarie de la Guerra Civil española, magistralmente desarrollada en el poemario España, aparta de mí este cáliz.
Sus viejas dolencias infantiles y la pobreza secular en la que vivió durante su permanencia en Europa afectaron tan brillante vida, que no logró superar la barrera de los 46 años.
En su país natal hay pocos homenajes oficiales para el poeta que pudo interpretar como nadie el dolor humano. “Cesar Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada…”.
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