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Cultural

César Vallejo desanda en París, con aguacero

Celebración. La reciente edición peruana facsimilar de Trilce se presentó en el Instituto Cervantes de París y Madrid. Asimismo, Trilce, 100 años de poesía, un libro de estudios a manera de homenaje.

César Vallejo afirma que “e poemario que llegó al mundo como un ser aparte, se ha convertido en padre y madre de nuestra modernidad”. Foto: composición LR
César Vallejo afirma que “e poemario que llegó al mundo como un ser aparte, se ha convertido en padre y madre de nuestra modernidad”. Foto: composición LR

Jorge Nájar. París.

César Vallejo ha vuelto sobre sus pasos en Madrid. Desanda también en París, en estos días de aguacero. La reciente edición facsimilar peruana de Trilce (Sinco Editores), subido en la cresta de esa “ola” que llaman Vallejo, ha llegado hasta el Instituto Cervantes de ambas ciudades en donde se ha presentado a lo grande. El poemario más vanguardista de la poesía en castellano, después de un siglo de publicado, sigue haciendo noticia, sigue siendo una revolución.

Sí, hace cien años apareció Trilce en la escena literaria limeña como un enigma, pese al formidable prólogo escrito por el filósofo Antenor Orrego. El libro era un objeto de imaginación no identificado, un verdadero ovni.

La Ola Vallejo, esa sucesión de estudios y homenajes en distintas partes del mundo con motivo de la conmemoración del centenario de Trilce, nunca antes había congregado a tantos lectores del poeta en el local central del Instituto Cervantes de Madrid como ha ocurrido el pasado 10 de noviembre cuando se presente el mítico poemario. El acto, convocado por los servicios culturales del Perú en España, contó con el apoyo total de la institución cervantina. Ahí el director de Sinco Editores, Jaime Enrique Chihuán Gálvez, responsable de la edición facsimilar del poemario, expuso también sobre el Mega Proyecto César Vallejo en el que publicará más títulos del vate santiaguino. Y allí, en el Cervantes, el autor de esta nota puntualizó algunas de las características del Ovni llamado Trilce.

La “Ola Vallejo” se amplificó y llegó a París el pasado 16 de noviembre, escenario de otro homenaje al asombroso poemario que fue escrito propiamente en una prisión de Trujillo. Nuevamente la atención diplomática peruana y la institución cervantina se pusieron al servicio del poeta. La ceremonia se realizó en la tarde de un París con aguacero, como ha escrito el vate en sus versos. Y una vez más, contó con la fuerte presencia de lectores vallejianos. Jaime Chihuán desplegó el Mega Proyecto Vallejo que tiene en manos, la catedrática Ina Salazar se detuvo en los contextos y la características del Trilce, un verdadero lujo del análisis académico. Y José Carlos Chihuán Trevejo explicó las características y las estrategias de la novela gráfica En París con aguacero, que narra una historia en que Vallejo es un pretexto. Asimismo, detallamos sobre Los poemarios fantasmas de César Vallejo, otra edición del citado megaproyecto. Pero eso no fue todo, la voz de alondra de Margot Palomino, que está en gira por las europas, llegó al Cervantes y le cantó a Trilce y a César Vallejo.

Honra. Domingo García, director del Cervantes de París, celebra a Vallejo.

Honra. Domingo García, director del Cervantes de París, celebra a Vallejo. Foto: difusión

Experiencia pura y dura

Cuando apareció Trilce, engendró múltiples controversias entre los lectores de esos tiempos por su hermetismo, por su verbo descoyuntado y por su actitud rompedora con las estéticas de su época. Los 77 poemas que lo componen están nutridos por la experiencia pura y dura de la existencia. Y en medio de todo eso surge el grito. No el lamento. El grito rebelde. Y el júbilo sexual.

Juan Espejo Asturrizaga, uno de sus amigos más cercanos de aquellos años, afirmó que esa materia base del poemario existía ya en 1919, pero este sufrió cambios radicales durante los meses y años que siguieron. Se ha llegado incluso a decir que sin la experiencia carcelaria, el Trilce rompedor que hoy celebramos quizá no hubiera existido.

Acusado por la envidia pueblerina de incendiario, saqueo y tiroteo durante las fiestas patronales de Santiago de Chuco, César Vallejo tuvo que huir de su tierra y vivir escondido durante los meses de agosto, setiembre y octubre de 1920. Capturado en Trujillo, estuvo encarcelado hasta el 26 de febrero de 1921. Durante esos siete meses de fuga y encierro, volviendo una y otra vez a los textos escritos previamente, se dice que el poeta le torció el cuello a la poesía tradicional. Quedan, claro que sí, huellas de endecasílabos. Quedan cosas de otros tiempos. Pero todo esto lo supimos mucho después. Inicialmente otro fue el cantar. El mismo Vallejo dejó constancia de cómo su libro repercutió entre sus contemporáneos. “No han comprendido nada. Para los más, se trata de un dislate literario que solo busca la estridencia callejera…” le decía a Antenor Orrego, su prologuista.

Está claro que la recepción de Trilce en Lima no fue una fiesta. Cito solo dos ejemplos. El joven Luis Alberto Sánchez sostuvo en la revista Mundial del 3 noviembre 1922: “Y he aquí, ahora, un poeta brujo con cuyo libro lucho en vano, pues cada línea me desconcierta más, cada página aumenta mi asombro. ¿Por qué habrá escrito Trilce, Vallejo?... Con franqueza renunció a la gloria de resolver el problema”. No fue el único. El cuestionamiento a los aportes de Trilce ha tenido larga vida. Tres décadas más adelante, el joven Julio Ramón Ribeyro le escribe a su hermano Juan Antonio: “Hay cosas que yo no le perdono a Vallejo. Por ejemplo Trilce. ¿Por qué no callarlo? Trilce es una tomadura de pelo. En ese libro Vallejo escribe como un provinciano que quiere provocar a la capital”.

¿Qué incomodaba a los lectores de esos años e incluso a los más recientes? El empeño de Vallejo en romper con la música tradicional de los versos. La búsqueda de otras sonoridades y de otros cauces semánticos. Y en ese tránsito se asiste a una fusión de músicas del mundo. Oímos marineras y yaravíes. Oímos sonoridades del jazz. Oímos incluso el sonido de los cuerpos en el estruendo mudo de sus orgasmos. Visto desde otro ángulo, cinco años después de la aparición del libro, en la revista La Sierra (Nº 13-14), Jorge Basadre, el mejor historiador de nuestra república, no dudó en señalar: “Trilce no fundamenta su estética en que la obra de arte es sólo obra de arte, en que el arte es un juego. Aunque rompe con la lógica objetiva y cerebral y va a una personal realización, su deshumanización es para dejar más desnuda el alma en sus raíces afectivas”.

Observado desde la distancia, ahora resulta evidente que quienes mejor leyeron al poeta Vallejo en su tiempo fueron el filósofo Antenor Orrego y el historiador Basadre. Pero incluso así el poemario que llegó al mundo como un ser aparte, con el tiempo ha vuelto a nacer convertido en padre y madre de nuestra modernidad. Desde aquella humilde primera edición realizada en Lima, han florecido reediciones en todo el mundo.

El poema ruge

¿Vallejo presentía lo que iba a ocurrir con el enigmático Trilce que ahora celebramos? El hecho concreto es que su primera edición fuera del Perú fue realizada por José Bergamín, en Madrid, en 1930. Ahí arranca la resurrección de los 77 cantos. Ahí comienza la verdadera historia de Trilce después de Trilce. Allí está la madre convertida en sacerdotisa de un mundo extinto. Ahí están las Otilias en las jaranas de los Barrios Altos limeños. El “poeta brujo” lucha con el texto para conseguir la mayor intensidad posible. Y en esa lucha el hombre ruge, el texto grita, los cuerpos se contorsionan, la voz y la sangre aman. ¿En eso radica su permanente actualidad? Como ha sostenido Ina Salazar, ahí arranca la modificación del cauce de la lengua poética, ya no solo en español. Gracias a su aventura liberadora Vallejo imprime su huella en la historia de la poesía a secas. Ahí reside su grandeza.

Madrid y París lo han celebrado esta vez.

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