El viernes en la mañana entreviste en Radio Santa Rosa al presidente ejecutivo de Senamhi, Guillermo Baigorria. Nuestra radio es pastoral, parte de una red de radios de la familia dominica que vive, literalmente, de la divina providencia. El programa A pensar más fue creado para difundir conocimiento y ayudar a la audiencia a reflexionar sobre un conjunto de problemas sociales, económicos y, sobre todo, políticos. No tiene más pretensión que esa.
Nuestro productor general, Abel Ángeles, y yo pensamos, el jueves pasado, que era una buena idea entrevistar a la autoridad nacional en materia de clima. La entrevista resultó, siempre a mi subjetivo juicio, de mucho interés para la audiencia. Siempre que hay tiempo pedimos preguntas al público. Se preguntó específicamente si iba a llover como en 1970. La respuesta fue “lamentablemente, sí”. La alerta para Lima es de 4 milímetros de lluvia del 12 al 16 de marzo.
Antes de iniciar le pregunté a mi entrevistado por sus credenciales académicas. Estas son impecables: ingeniero meteorólogo, maestría y doctorado en Suelos y posdoctorado en Modelamiento de Clima. Pero una persona muy solvente en su especialidad no siempre logra comunicar fuera del medio científico. Creo que ambos nos esforzamos por facilitar el conocimiento en un formato de divulgación popular.
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Terminó la entrevista y, minutos después, en el programa Sin guion de La República, tratando otras materias políticas, hice un rápido resumen de la entrevista de casi una hora y recordé la necesidad de revisar los techos en Lima, una ciudad en la que no llueve. Ese minuto y 50 segundos fue ampliamente viralizado (no por mí) al punto que las cadenas de WhatsApp me llegaban a mi misma. Pensé que era bueno. Se tomarían en serio las alertas a las que pocos hacen caso, causando muchas desgracias evitables. Me equivoqué.
En Twitter algunas personas agradecieron, otras se pusieron en acción. Pero otras, no pocas, comenzaron a insultarme. Como lo leen. No voy a repetir aquí –porque no falta nunca el que se me cuelga para tener su cuarto de hora de gloria– ni los insultos ni los nombres. Pero el incidente revela algunas cosas que se están haciendo recurrentes en la sociedad pospandémica en la que vivimos.
Primero, la descalificación personal. Eso que se llama “argumento ad hominem” impide ver el mensaje porque lo importante es matar al mensajero. No soy la única, por supuesto. Esta semana de la mujer, Patricia del Río ha renunciado, harta, a su trabajo. Liubomir Fernández es víctima del terruqueo por contar lo que vio en el río Ilave.
Este cáncer ataca ferozmente al periodismo en el Perú. Incluyan la modalidad “tú no tienes (derecho/capacidad/experiencia) para decirlo” que es como decir “tú no vales nada” o si eres mujer “eres una histérica” (léase “alarmista”).
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Segundo, el resistirse a la verdad. Esta semana hemos visto al ministro del Interior sostener, con toda calma, que los 17 muertos por PAF en Juliaca no son de la Policía porque la Policía no usa armas de fuego. Una tras otra, mentira tras mentira, frente a un Congreso cómodo. No hay forma de alcanzar los votos para censurarlo, siquiera por mentir con tanto descaro.
El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas produce videos, envía cientos de troles para encubrir las pésimas decisiones de un capitán irresponsable por la vida de seis soldados ahogados. Se cuenta otra historia, que todos sabemos falsa, pero más fácil de digerir. No tenemos que pensar, ni hacer. Todo se resuelve con señalar que la culpa es del otro y que la gente se mata entre ella.
Tercero, acomodar la realidad al interés personal. Ya no hay un Tribunal Constitucional para impedir abusos del Congreso. Tampoco una Sunedu para impedir estafas educativas. Abierto el caño, se inunda todo. Van por la Defensoría (elegida sin transparencia real), por las autoridades electorales (creándoles un antejuicio) y por los periodistas. Sí, por nosotros, con un proyecto de ley obligando a un título y una colegiación obligatoria prohibida ya por la CIDH.
Revisar el techo en Lima es un sano consejo. Suelen ser depósitos de trastes cubiertos de polvo y otras mugres. Limpiar, abrir un desfogue, cerrar grietas no creo que le meta un susto a nadie. Sin embargo, “revisa tu techo” en jerga popular tiene otra acepción. Significa que revises el estado de tu salud mental. No es ninguna ofensa hacerlo. La agresividad gratuita, el vivir fuera de la realidad, el oportunismo negando el bien común, bien vale una seria y profunda revisión de las herencias pandémicas.
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Que la lluvia sea ligera, es lo que deseo, pero no olviden que cuando llueve, todos se mojan. Mucho o poco, llueve para todos. Revisa tu techo.
Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.