Almuerzo gratis, aquí
"La parte del Perú que efectivamente consume comida de tercera todos los días, como la define Montoya, ha seguido con asombro los intercambios en torno a la dieta parlamentaria".

Ha vuelto a circular la conocida frase según la cual no hay almuerzo gratis. La sabiduría del dicho consiste en que revela la imposibilidad de obtener algo por nada. Muchos han celebrado no haber tenido que pagar, y luego se han encontrado a la vuelta de la esquina con una inesperada cuenta (boleta o factura). La lección es universal.
Les acaba de suceder a los congresistas peruanos con el almuerzo de los plenos, que ha pasado de un menú a un buffet e indignado al respetable. Las cifras no parecen exorbitantes, aunque eso depende desde donde se mire, claro. La idea es que una corporación tan desacreditada como el Congreso no tiene derecho a tratarse bien.
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Ha agravado el problema un par de declaraciones infelices, habituales en el gremio. Una expresó el derecho a comer rico, otro declaró su aversión a comer alfalfa. La ciudadanía empezó a expresar ideas propias sobre la dieta conveniente para quienes como grupo tienen un 6% de aprobación en las encuestas nacionales.
En el fondo el problema es presupuestal. Incluso frente a congresos con mucha más aprobación, al público nunca le ha gustado que los parlamentarios puedan fijar sus propios patrones de consumo: sueldos, vehículos, oficinas, instrumentos de trabajo y, por supuesto, alimentación cuando se encuentran en el recinto.
Fijarse la propia pauta de consumo es visto como una invitación al exceso. No siempre lo hay, propiamente hablando, pero la cosa tiende a ser tratada en relación con la popularidad del Congreso en ese momento. Como si con representantes electos tan malos todo pago, y todo plato, fuera excesivo. Como hubiera dicho María Antonieta, que coman alfalfa.
Esto último es lo que teme el congresista Jorge Montoya. ¿Por qué eligió la Medicago sativa como emblema de una mala alimentación? No pensó que si la comen tantos animales puede que la alfalfa tenga importantes virtudes. Los lugares saludables sirven jugo de alfalfa con toda naturalidad, y sus parroquianos no se ofenden.
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La parte del Perú que efectivamente consume comida de tercera todos los días, como la define Montoya, ha seguido con asombro los intercambios en torno a la dieta parlamentaria. Tampoco el almuerzo de los plenos parlamentarios es gratis; pero medido en trabajo y en criterio entregados, es una ganga.







