Opinión

La lista de deseos del Congreso

Cada día se conoce de algún nuevo pedido formulado por los parlamentarios para su bienestar.

Editorial
Editorial

Cuando aún los ecos del escándalo de los precios incrementados para los alimentos de los congresistas no cesan, se ha conocido de fuertes gastos en el Legislativo para dotar a los padres de la patria de celulares de última generación, personal, viajes de representación, estacionamientos y, finalmente, una costosa alfombra de 1.600 metros.

Las justificaciones han sido varias: desde que los congresistas merecen comer bien y no alfalfa, hasta que se trata de alfombras que son más costosas porque no son para el hogar, sino para oficinas. No obstante, tanta denuncia periodística tuvo algún efecto y ha obligado –ocho días después– a rectificar por lo menos lo referente al menú bufet, que ahora sería pagado enteramente por cada congresista, aún en día de pleno.

El presidente del Congreso, José Williams, quien ha remitido un oficio a la Contraloría General de la República solicitando la auditoría, una semana después de transmitidos los reportajes periodísticos, ha sido a su vez denunciado por colusión junto al proveedor de los servicios de alimentos del Congreso. Esta denuncia señala que se habría concertado para elevar el precio de las comidas hasta cinco veces más del precio original.

Estos escándalos sucesivos y las justificaciones que han ensayado los legisladores solo han logrado incrementar la percepción negativa de la ciudadanía. La falta de empatía que muestran quienes señalan que se merecen comer mejor y que no hay razones para criticarlos, explican la distancia que tienen estos representantes con su propio electorado.

La sanción de la opinión pública a este divorcio con la realidad que muestran la mayoría de congresistas es contundente. Según cifras de la última encuesta del IEP para La República, 9 de cada 10 ciudadanos está en desacuerdo con el comportamiento del Congreso y su respaldo, que ya estaba en un dígito, volvió a caer a apenas 6%.

La última oportunidad del Congreso de reencontrarse nuevamente con la ciudadanía ha sido desperdiciada, al mostrar de una forma tan evidente que no tienen ninguna voluntad de renunciamiento y que no solo están en contra del adelanto de elecciones para el 2023, sino que hasta corre peligro la posibilidad de realizar nuevos comicios generales en el 2024. Estas muestras de despilfarro y la falta de coherencia política ahondarán aún más la brecha que los separa del pueblo, aunque parece no importarles.