Paul Johnson 1928-2023
“Ningún columnista sobrevivirá mucho tiempo sin ser hasta cierto punto un hombre o una mujer de mundo”

(Hace unos pocos días falleció, a los 94, el británico Paul Johnson, historiador, pero sobre todo eximio columnista en numerosas áreas del periodismo. Damos aquí, por segunda vez en estos años, un fragmento de su “Arte de escribir columnas”).
¿Qué define al buen columnista? En mi opinión hay cinco requisitos esenciales. El primero es el conocimiento. No estoy diciendo que un columnista deba ser una enciclopedia ambulante. De ninguna manera. No hay nada más tedioso que un hombre atiborrado de conocimientos —especialmente datos— y ansioso de abrumarnos con ese tesoro. Algunos de los más latosos son hombres dotados de grandes conocimientos. (Es interesante señalar que las mujeres no nos aburren con datos, sino con opiniones.
PUEDES VER: Susana Baca cuestiona a Dina Boluarte y al Congreso y los hace responsables de las muertes en protestas
No conozco a ninguna columnista que meta demasiados datos en sus notas: la debilidad de su sexo consiste en ofrecer demasiado pocos.) Pero el que se aventura a escribir una columna debe saber mucho sobre una vasta variedad de temas. Es preciso, no obstante, que esos conocimientos estén almacenados y clasificados, que sean actualizados y desempolvados regularmente, pero que se citen con mucha discreción, en dosis pequeñas, según las necesidades del artículo.
Los conocimientos del buen columnista deben ser como una vasta bodega de buen vino, fresca y aseada, en constante maduración, reaprovisionada periódicamente con la aparición de nuevas cosechas. Invitan al lector a sorber y paladear, en cantidad suficiente para apreciar la calidad de los vinos disponibles.
PUEDES VER: Yenifer Paredes sobre Pedro Castillo: “No se siente responsable por las muertes porque no está gobernando”
Pero nunca obligan al invitado a beber más de una copa en cada ocasión, de modo que las visitas a la bodega conserven su frescura y placer. Pero, asimismo, ningún lector debería irse sin algún conocimiento hospitalario, por ínfimo que sea. Me siento estafado si termino una columna sin haber adquirido algún tesoro útil, interesante o inusitado, algo que no sabía y me satisface saber.
Ningún columnista sobrevivirá mucho tiempo sin ser hasta cierto punto un hombre o una mujer de mundo. Teóricamente una columna puede ser obra de un observador candoroso que se destaca precisamente por estar fuera del mundo y no saber qué sucede. Con gran ingenio literario, esto puede bastar por un tiempo, como novedad o como paradoja periodística. Pero los lectores no se sentirán atraídos por alguien aún menos informado que ellos o que simplemente refleja su propia vacuidad.



