El año de todas las pestes

“Insisto, se va el 2021 y ojalá se vayan también las desgracias y la mala suerte. Y aquí me detengo. A mis lectores, y a los otros, les deseo que el 2022 sea mejor”.

Se acaba el 2021. Malaya la suerte mía, como decían los de antes. Y la existencia en una era desgraciada continua. Y los muertos con nosotros multiplicándose y la miseria de todos los días y el ómicron ya está al asecho. ¿Y la educación? Difícil que se recupere, como las izquierdas, difícil que se unan. Pero en este clima desolado he visto muestras de solidaridad. Cierto, son las menos.

En la literatura, que es lo mío, este año se siguieron publicando libros interesantes. De los últimos, Hora Zero, la historia. Y un libro extraño pero brillante de Alberto Chirif, De marocas y tombos calatos. Habla y jerga en Lima de mediados del siglo XX. Luego, la colección de crónicas de Helio Ramos Gauguin en la avenida Emancipación, la novela de Carlos Enrique Freyre El miedo del lobo y en poesía La parábola de las ideas impuras de Enrique Sánchez Hermani. Bueno, no soy Gonzales Vigil, pero déjenme recomendarles dos textos de crónicas y entrevistas: Generación B del sello Artífice y El Perú en cuarentena, una selección de Rubén Barcelli y la novísima editorial Garamond.

Borges entendió la literatura como un espacio lleno de vida, y no le faltaba razón. Dicen sus estudiosos, Santiago Llach, entre otros, que el argentino entabla con el lector una relación ladina, ambigua, esquiva, muy provocadora. Su obra es un puñal y una caricia constante: por un lado, llena el camino de trampas y dificultades, para que el lector se desoriente. Y lo consigue. Y yo digo que es igual a estas horas, cuando la muerte nos persigue. Y lo reafirmo yo que estuve agonizando 15 días y lo único que extrañaba era un buen libro y estar tirado en la playa.

Pero nos han tocado las peores horas donde vale bien la meditación y la oración para el espíritu. ¿Y para el bolsillo? Poco, casi nada. Porque la pandemia no solo afectó el cuerpo, sino que se ensañó con nuestra economía. Aunque el Banco Azteca me sigue cobrando y me llaman y sus sicarios no se cansan de tocar mi puerta. Por eso siempre me pregunto: ¿quién es más ladrón, el que funda o el que asalta un banco?

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Insisto, se va el 2021 y ojalá se vayan también las desgracias y la mala suerte. Y aquí me detengo. A mis lectores, y a los otros, les deseo que el 2022 sea mejor. Hay que vacunarse, comer sano, ser tolerante y tener buena onda, redoblar esfuerzos y pedir un mundo mejor, más equitativo y justo.

La República

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