Ya no hay duda, por la acumulación de evidencia más que suficiente, en solo cinco días de despelote perpetrado por Vladimir Cerrón a través de su marioneta presidencial Pedro Castillo, que se ha instalado en el Perú un gobierno dedicado a la provocación con fines aún no muy claros, pero que son inaceptables y que, por tanto, deben ser detenidos.
Esa evidencia aparece todos los días por todos lados. La decisión de Castillo de no ejercer la presidencia desde la sede de Palacio de Gobierno, que algunos ingenuos amantes de la ‘simbología anticolonial’ idiota ven con entusiasmo, solo busca impedir la transparencia elemental que se requiere en el desempeño de la primera magistratura del estado.
Así no se puede tener transparencia sobre las reuniones del presidente, lo cual constituye un paraíso para los traficantes de intereses, especialmente Cerrón, quien de esa manera puede mangonear a su marioneta sin dejar rastro ni asumir responsabilidad.
Asimismo, la composición del gabinete es deplorable. Se pone de premier a un amante de dictaduras, entusiasta del terrorismo de Sendero Luminoso, vinculado a la mafia de Cerrón de los dinámicos del centro, homofóbico y misógino, nada de lo cual perturba a Verónika Mendoza y sus chicas para treparse a esta combi asesina de los derechos de las personas.
El ministro de Trabajo es el secretario de juventudes del senderista Movadef; el de Defensa fue expulsado de la policía y no cumple los requisitos de Sucamec ni para tener carné de wachimán; el del Interior es investigado por el ministerio público por inconducta funcional; y el canciller es un sociólogo sin más brillo que haber sido guerrillero del ejército de liberación nacional en los 60, y que ha dispuesto la reanudación de las relaciones con la dictadura chavista de Venezuela, y que, para ser un buen felpudo de Nicolás Maduro, decide que el presidente colombiano Iván Duque sea el único no invitado a la Pampa de la Quinua.
Ya es momento de plantear con claridad, antes de que sea muy tarde, cómo detener al gobierno de un monigote que está llevando al Perú al abismo en una combi asesina manejada por Cerrón, el Vladimiro de Pedro Castillo.
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