Por Rodrigo Salazar Zimmermann
Periodista y profesor de la UPC
Parte de la derecha se destruirá sola en las elecciones presidenciales. Algunos de sus potenciales candidatos se canibalizarán los votos y otros se verán afectados por su desapego social y falta de apoyo político.
El runrún sobre Roque Benavides como candidato –aunque haya señalado que no postulará a pesar de haberse inscrito en el Apra– refleja que la derecha más dura tiene un espacio en las elecciones. Curiosamente en el mismo partido desde el que Haya la combatió durante décadas. Este segmento compite con el que representarían Hernando de Soto y Fernando Cillóniz. Estos últimos tienen un tinte más tecnocrático que podría llenar el espacio del cual el ppkausismo salió desahuciado, ese mismo de la experiencia económica que viene con muchas ideas pero poca pericia política.
Raúl Diez-Canseco también figura en este espacio. Los tres provienen de la derecha empresarial, la que busca mantener su ‘modelo’. Los tres tienen el mismo pasivo: son lobos solitarios pero aventureros sin cercanía social y poco apoyo político, con el agravante en el caso de Diez-Canseco de que es un polarizador incluso en su propio partido. Estos tres se destruirían solitos. Cuatro, si se incluye a Rafael López Aliaga.
La derecha ‘poco dura’ tiene a los candidatos más fuertes, George Forsyth y Daniel Urresti (aunque son difíciles de ubicar en la derecha). Forsyth está más tirado al centro, aunque en realidad es un candidato oportunista que se capitalizó políticamente espantando ambulantes. Le falta cierto matiz de malicia que en la política peruana funciona como arma de defensa. Tiene, sin embargo, simpatía y cercanía con la población: es más bonachón, el líder futbolero manos-a-la-obra y aterrizado, pero sin fondo político, ruta clara ni visión de país.
Urresti es quizás el más asentado de la derecha. Sus formas campechanas y criollas y su sentido del humor astringente traen réditos populares. Pareciera ser el candidato más redondo de la derecha (y peligroso), aunque sus formas populistas y caudillescas lo pueden hacer saltar de un lado al otro según le convenga.
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