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Domingo

Clara Elvira Ospina: “Hay un desencanto con los grandes medios”

Periodismo. El despido de Ospina se produce en plena segunda vuelta. El Grupo La República estuvo en contra de la decisión. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Periodismo. El despido de Ospina se produce en plena segunda vuelta. El Grupo La República estuvo en contra de la decisión. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Con apenas tres meses al aire, Epicentro TV se ha consolidado como una de las plataformas digitales de mayor impacto en el periodismo actual, ganándose los odios tanto de la extrema izquierda (Cerrón no les perdona la publicación del chat de Perú Libre) como de la extrema derecha (La Resistencia y sus satélites los tienen en la mira). Conversamos con su directora, Clara Elvira Ospina, lideresa de un equipo de experimentados exreporteros de América Televisión a los que mantener la independencia les costó el empleo en la última campaña electoral.

–Viendo el otro día las imágenes de René Gastelumendi hostigado por La Resistencia y los otros grupos extremistas me preguntaba ¿cómo te habría ido a ti en ese mismo lugar?

–No sé (risas)... yo soy mucho menos conocida que René, él tiene una gran exposición, una trayectoria de muchos años... Evidentemente, la gente fanática busca personas a quién odiar y la buscan entre quienes aparecen permanentemente en público y probablemente ni siquiera me habrían reconocido...

–Pero a ti la extrema derecha no te quiere. Martha Meier te detesta.

–(Risas) Mira, una de las cosas que más orgullosa me hacen sentir de mi trabajo es que hay mucha gente a la que le cuesta clasificarme. Hay quienes dicen que soy de derecha, hay gente que dice que yo soy morada, que sigo a Sagasti y que impulsaba la campaña de Julio Guzmán, y hay gente que cree que soy de izquierda radical, que adoro a las FARC, que lo que yo quiero es un régimen como el cubano, lo cual creo que habla de un trabajo que es difícil de clasificar...

–¿Hay algo de xenofobia en las críticas y ataques que recibes?

–Pues mira, yo llevo más de nueve años en Perú y he sentido mucho más cariño e insultos. Sí es verdad que cuando me quieren criticar siempre aparece ahí el “¡¿por qué no te vas a Colombia?!” y yo siempre pienso “como si en Colombia no pudiera tuitear” (risas).

–¿Si tú siguieras en América, habrías considerado que las agresiones de La Resistencia y los otros fueron una “protesta ciudadana”, como tituló la web de Canal N?

–No, yo creo que no es una protesta ciudadana, yo creo que es una protesta de grupos radicales. Nosotros en Epicentro hicimos tres reportajes sobre ellos, de Daniel Yovera, con entrevistas a sus líderes y fuimos muy criticados, nos dijeron que por qué les dábamos pantalla. Y nosotros respondimos que, entre saber y no saber, siempre preferimos saber, saber lo que piensa esta gente, exponer sus comportamientos, que nosotros estamos convencidos lindan en el Código Penal.

–Es verdad que Epicentro y algunos otros medios se han ocupado de este tema, pero las grandes estaciones de TV casi no lo hacen. ¿Cuál es el riesgo de que no lo hagan?

–Yo creo que las sociedades necesitan tener un periodismo responsable. Creo que lo que está pasando en los medios peruanos no es un fenómeno ajeno al que está pasando en el mundo entero. Es un desencanto de las audiencias con los grandes medios. Un desencanto porque han entendido que no tienen voz, que ellos no pueden participar en el proceso y que no se sienten representados. Ese es un proceso que se ha acelerado en el Perú en los últimos meses por la campaña presidencial, y yo creo que las sociedades tienen que exigir mejor información.

–Hablemos de Epicentro. Primero, ¿cuál es la mayor ventaja de no trabajar para un canal de televisión como en el que trabajaban?

–La mayor ventaja es que podemos publicar en el momento en que queramos. Cuando antes teníamos una investigación para el domingo a las ocho de la noche y el sábado se caía la nota, pues, nos abríamos las venas (risas). Ahora, se nos puede caer una nota el sábado, pero el lunes nos van a dar los documentos, el lunes la hacemos y el lunes a las cinco de la tarde la publicamos y no pasa nada. Eso es una ventaja enorme, que además se adecúa a lo que demanda la audiencia. La audiencia ya no está diciendo “ay qué maravilla, llegó la hora de ver el noticiero, toda la familia nos juntamos para ver el noticiero para enterarnos de lo que pasó en el día”. ¡No! Porque todo el día estás bombardeado por información y tú necesitas la información en el momento en que ocurre.

–¿El paradigma del dominical se acabó?

–Creo que de los dominicales que paralizaban el país hoy queda poco. La gente se entera de otras maneras y se ha perdido un poco esa tradición y, sobre todo, se ha perdido la confianza en algunos de esos medios.

-Supongo que también tiene que ver con el descenso de la calidad de algunos programas.

-Mira, yo creo que ha habido un problema serio en la discusión pública en el Perú en el último tiempo y es que hay mucha gente que cree que la gente es tonta, que la gente no se da cuenta, que la gente vota mal porque es tonta, que la gente decide mal porque es tonta, que la gente se consume todo lo que le dan porque es tonta, y yo no creo eso. Yo creo que la gente no es tonta, que la gente entiende, que se da cuenta cuando la están manipulando y creo que eso se va a ir reflejando cada vez más.

–En cuanto a la independencia editorial, ¿hay alguna ventaja?

–Pues nosotros fundamos Epicentro porque no pudimos ejercer nuestra independencia donde trabajábamos antes. Particularmente los periodistas de Cuarto Poder, que salieron después que me despidieron a mí, entendieron que no podían ejercer su trabajo con independencia. Así que lo único que no nos puede pasar hoy es perder nuestra independencia deliberadamente. Entonces, nosotros tomamos decisiones editoriales solo basados en “¿Esto está confirmado?, ¿esto está bien testeado?, ¿está bien hecho? ¡Va al aire!”... ¿A quién afecta? ¿Quién se va a molestar? ¿Cómo vamos a perder aquí?, ese cálculo no lo hacemos, porque nosotros entendemos cuál es el objetivo de hacer periodismo.

-Además, no tienen un directorio al que rendir cuentas.

-Sí, nuestro directorio somos nosotros, que a veces es… sostener una cooperativa con seis votos que pesan iguales es a veces un poco pesado. ¡Ahí vamos! Vamos sobreviviendo.

-¿Y no es un poco caótico esa estructura sin jerarquías, donde todos los votos cuentan igual?

-(Risas) Para las decisiones empresariales todos los votos cuentan igual, pero, evidentemente, sí tenemos una jerarquía periodística, yo tomo decisiones en Epicentro junto con Gabriela García, tampoco es que seamos caóticos ni mucho menos. Pero somos un equipo chico, que nos conocemos y nos respetamos y no hemos tenido controversias editoriales.

–¿En América habrían podido sacar las investigaciones que han hecho en estos meses?

–En América Televisión nosotros sacamos todas las investigaciones libremente hasta el día en que yo me fui. Yo no puedo decir que en algún momento me impidieron publicar nada. Las decisiones editoriales que se tomaron las tomé yo y se publicaron hasta el día en que me despidieron.

–Entonces, el único problema con ustedes fue que no querían apoyar la candidatura de Keiko Fujimori. Con todo lo demás no tenían problema.

–No sé (risas). Esa respuesta no te la puedo dar. Te digo que en los nueve años que estuve en América, yo ejercí con libertad. Con discusiones, con controversias, eso no lo niego, pero nunca tuve una orden de publicar o no publicar algo. Y creo que llegado el momento en que consideraron que debían darme una orden en algún sentido, entendieron que yo no iba a hacer lo que ellos querían y por eso me despidieron.

–Me hablaste de las ventajas de ser independiente. ¿Cuál es la mayor desventaja?

–La financiación de un medio que no tiene un sugar daddy (risas). Estamos haciendo una apuesta por el periodismo que siempre hemos hecho, pero, evidentemente, el negocio de los medios está cayendo cada vez más y, pues, hoy todavía los medios digitales no somos rentables. Nosotros somos un medio que recién va a cumplir tres meses al aire y en tres meses hemos hecho cosas importantísimas, tenemos casi dos mil suscriptores pagos, gente que nos hace donaciones durante los vivos, pero son, como dicen en mi pueblo, “de grano en grano llena el buche la gallina” (risas). Y, pues, estamos “de grano en grano” y eso es complicado. Hacer periodismo cuesta. Producir en video, que es una ventaja enorme que tenemos, es un desafío mayor. Porque hay otros medios digitales que publican texto, hay otros medios digitales que hacen un análisis, un salpicón de noticias de otros medios, y les va muy bien, pero su inversión es muy baja. Y nuestra inversión, en producción, en cámara, en postproducción, nuestros contenidos que son con video de calidad, eso requiere una inversión y todavía nos cuesta recuperar ese gasto que estamos haciendo. Pero tenemos confianza.

-En Epicentro has vuelto a hacer reportajes. ¿Cómo te sientes ahora que estás corriendo la cancha otra vez?

-Mira, yo he sido reportera toda la vida, lo que pasa es que en América escribía muchas cosas que no se firmaban, era responsable de varios contenidos que salían al aire que no llevaban mi nombre y lo que llevaba mi nombre era lo de los libros por una decisión deliberada. Ahora aquí somos doce manos y necesitamos meterle mano todos, entonces, pues ahí estoy, toco los timbales, los platillos y un poquito del bombo. Hago cosas editoriales, hago cosas administrativas, busco nuevas cosas, creamos nuevos contenidos y sí, también hago entrevistas, hago Para entender, consigo mis pepas y ya pues, no las entrego a otros, sino que las escribo yo.

–¿Desde que dejaste América tienes más “tiempo de leer”? O, para ponerlo en modo Epicentro, ¿más “hora de leer”?

–(Risas) Mira, estoy celebrando seis meses de mi despido y, evidentemente, después de haber salido de América pues yo estaba dedicada a leer y leí como nunca en mi vida. Pero, luego, cuando salieron los compañeros de Cuarto Poder y empezamos a decir “bueno, tenemos que resistir, tenemos que hacer algo juntos”, entonces, empezamos a tener reuniones de cuatro horas, reuniones eternas, las reuniones para pensar solamente el nombre eran larguísimas (risas), y eso me quitó mucho tiempo. Pero sí, estoy leyendo mucho.

-¿Cómo es tu ritmo, cuántos libros te lees al mes?

-Depende, mira, me dieron el miércoles un libro de 585 páginas para hacer una entrevista el martes. Y el lunes a las doce de la noche lo terminé, muriéndome, y la autora me dejó plantada (risas). Esas cosas pasan, sobre todo con los autores que están empezando. Pero, bueno, yo no soy capaz de sentarme con un escritor a decirle cuénteme de qué va su libro, entonces, es mi responsabilidad y, bueno, es lo que me toca. Entonces, hay veces que leo en cuatro días 500 páginas, hay veces que tengo una semana más complicada. Ahora estoy leyendo Los Vencejos, de Fernando Aramburu, que es maravilloso.

-¿Y qué haces con tantos libros que te llegan? Tienes que ampliar tu biblioteca constantemente…

-Mira, sí, los libros son invasores, pesan muchísimo, cuando haces una mudanza lo peor es llevar los libros, los libros acumulan mugre… pero me cuesta mucho trabajo desprenderme de ellos. Me desprendí de una biblioteca inmensa que dejé en América, porque lo que hice fue que abrí una biblioteca para prestar libros a los trabajadores del canal, entonces, tú entrabas a la Intranet y podías ver qué libros había e ibas y los pedías prestado y creo que eso sigue funcionando. Y me desprendí, realmente solo me llevé unos diez libros firmados por sus autores, por premios Nobel que había entrevistado, y dejé cantidades enormes de libros allá. Y ahora otra vez me estoy llenando de libros y no sé qué voy a hacer.

–Si algún día vuelves definitivamente a Colombia, ¿te llevarás todos los que has reunido en estos años?

– (Risas) No sé, no sé. Los libros pesan mucho.

–¿Cuáles son esos que definitivamente te llevarías contigo?

– No, yo tengo tantos libros que no contaría… mira, tengo un libro firmado por Eduardo Galeano, que me firmó una noche que cenamos en Buenos Aires, con unos marranitos que él hacía como autógrafos. Tengo dos libros de él firmados que guardo con un cariño enorme. Tengo un libro que me firmó en México Elena Poniatowska, con una dedicatoria tan abrumadoramente cariñosa que no podría desprenderme de él. No, no, tengo muchísimos libros firmados con mucho cariño por sus autores. El otro día presté un libro a una amiga y me llamó y me dijo “oye, está firmado por el autor”, “y qué dice”, “dice ‘para la periodista que me ha hecho la mejor entrevista de mi vida’” y yo dije “ay, no puede ser” (risas). Ese tipo de cosas llenan todos los días el alma.