El vuelo del cóndor
En Cusco, un cóndor fue rescatado herido en una celebración del Yawar Fiesta. Tras permanecer dos años en un refugio para animales silvestres fue liberado. Hoy vuela, majestuoso, otra vez.
El cóndor caminó hacia el abismo, se paró sobre una roca, abrió las alas enormes, oteó el horizonte, midió los vientos y sin dudarlo se lanzó al vacío. Aleteó unas cuantas veces y después fue planeando hasta ganar altura. Un vuelo elegante, sin esfuerzo, subiendo cada vez más hasta volverse un punto oscuro en medio de las nubes blancas y el cielo celeste del Cusco.
Marcapata Kuntur –ese nombre le pusieron– fue rescatado hace dos años en ese distrito cusqueño, después de una celebración del Yawar Fiesta, esa fiesta en la que los habitantes de los andes peruanos ponen a un cóndor en el lomo de un toro: un sincretismo de la lucha de lo español con lo andino. Se había fracturado una pata y, por aviso de algunas personas, personal del Serfor y la Policía Ecológica fue al lugar y lo rescató.
El cóndor fue llevado al Santuario Animal de Ccochahuasi. Hubiera sido sacrificado si no lo rescataban. Allí lo curaron. Debió pasar dos años y dos meses en el lugar. Luego unas placas radiográficas demostraron que estaba en perfecto estado. En todo ese tiempo también lo prepararon para que volviera a acostumbrarse a estar solo y a buscarse el alimento. Y decidieron liberarlo el 30 de setiembre pasado en una zona de altura.
“Aquí rescatamos animales de los abusos del ser humano, del mercado negro y del tráfico ilícito. Los recuperamos, les damos tratamiento y cuando se recuperan, la idea es devolverlos a su hábitat natural. El cóndor andino está en peligro de extinción y no hay más de 2,500 en el Perú. Es importante conservar esta especie y lograr que su población aumente”, dice Dante Chávez, responsable del Santuario de Ccochahuasi.
El santuario se fundó el 2007 y al comienzo debió buscar financiamiento. El 2010 presentó su proyecto a la ONG Pro Bienestar y Desarrollo (Probide), organización creada por Raúl Diez Canseco para promover proyectos de jóvenes emprendedores, y logró un financiamiento de 16,500 dólares. Con ese capital semilla implementaron el santuario.
Sobre un terreno de 10 mil metros, Dante y su familia han construido un lugar donde hoy pueden recibir animales silvestres de todo tipo: tienen allí tres osos de anteojos, varios pumas, un gato montés, guacamayos, camélidos y otros ocho cóndores, varios de los cuales podrían ser liberados en los próximos años. Están en el kilómetro 22 de la carretera Cusco-Pisac.
Vuela, vuela
El 30 de setiembre pasado llegamos hasta la zona donde Marcapata Kuntur sería devuelto a su hábitat. Allí, antes de la liberación, chamanes de la comunidad de Ccaccaccollo hicieron un pago a la tierra: sonaron sus pututos, quemaron coca y otras hierbas, brindaron con licor macerado y ofrecieron unas plumas de cóndor al viento.
Luego el ave fue liberada al borde de un precipicio. Hay casos en que demoran horas en irse libres. Este, en cambio, un cóndor joven, de ocho años, echó a volar segundos después de ser puesto sobre una roca. Un valle se desplegaba a sus pies y él voló y voló. Llevaba un chip GPS con el cual seguirán su ruta de vuelo, dónde anida, la distancia que recorre y otros datos para futuras investigaciones.
“Ha sido emocionante liberarlo. Es hermoso ver un animal silvestre en su hábitat y no como una mascota, porque esa no es su naturaleza”, dijo esa mañana Christian Rohner, responsable de Serfor Cusco. “Este es el fruto de la perseverancia de emprendedores cusqueños de rescatar el patrimonio del Perú. La Usil hizo un concurso que ellos ganaron y con ese aval consiguieron préstamos para crecer. El mensaje es que los peruanos debemos volar tan alto como ese cóndor”, comentó Raúl Diez Canseco en la ceremonia.
El cóndor andino vive unos 70 años, tiene una sola pareja toda la vida, y la hembra pone un huevo cada dos años. Es una especie amenazada. Tradiciones como el Yawar Fiesta podrían cambiar para evitar su caza. Estas aves pueden volar 400 kilómetros en un día y elevarse hasta los 7,500 metros de altura. La mañana en que Marcapata Kuntur voló nuevamente libre, lo siguieron con binoculares durante buen rato.
De pronto, alguien dijo: “Otro cóndor está volando con él”. Eran dos puntos lejanos en el cielo. Tenían todo el horizonte, el celeste cielo cusqueño, para seguir volando.