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Alianza Lima desciende a la Liga 2: el llanto del pueblo

Drama. Hinchas vivieron con impotencia el descenso de Alianza. Algunos enfrentaron a la policía e ingresaron a Matute.

Los cánticos, el banderazo, las bengalas, los videos motivadores, las campañas en redes, la marea blanquiazul acompañando el bus, nada de eso fue suficiente para evitar la tragedia deportiva que despintó los corazones de gran parte del país. Alianza Lima perdió la categoría y la hinchada íntima lo vivió con ganas de querer morir.

Desde horas antes del partido, un nutrido grupo de aficionados se juntó en las afueras del estadio Alejandro Villanueva para intentar inyectarle al equipo lo que ellos no han podido tener en todo este año. En caravana, la hinchada escoltó al bus que llevaba a los dirigidos por Daniel Ahmed a su cita con la historia.

En una coyuntura que impedía a los hinchas transmitir todo lo que sentían desde las gradas, un grupo decidió quedarse en las afueras del Estadio Nacional, a la espera de que se den los resultados deseados. Otros decidieron ver el partido en establecimientos aledaños, restaurantes de la zona se llenaron de camisetas blanquiazules.

Mientras pasaban los minutos y caían los goles de Sport Huancayo, Carlos Stein y Grau, la espera se volvía más tensa. El anhelo de una reacción dio paso a los ruegos de un milagro, ninguno se dio.

Alrededor de las 5:30 p.m., el silencio evidenciaba la incredulidad de una dura realidad que ningún hincha quería siquiera tenerla como posibilidad. Esa incredulidad se convirtió rápidamente en ira cuando el grupo más grande de barristas que estaban en las inmediaciones del coloso de José Díaz protagonizó enfrentamientos con efectivos policiales, quienes intentaban impedir que la turba llegue hasta la puerta por donde saldría el bus que llevaba a Alianza Lima.

Una vez dispersados del Estadio Nacional, la siguiente parada de la frustración fue Matute. Ahí, otro grupo de aficionados intentó ingresar al estadio por la fuerza, algunos lo consiguieron. Sin embargo, el bus con el plantel nunca llegó, por lo que, sea cual fuere su intención, se quedó solo en gritos de recriminación para un grupo de gente que no estuvo a la altura ni de las expectativas ni de la historia del club que representaban.

Sin duda alguna, el hincha es quien más sufre. Ese aficionado que pasó casi todo un año sin poder ir al estadio, pero que compró camisetas, mascarillas y entradas solidarias, hoy no sabe ni por dónde empezar a entender esta situación.

El hincha se siente traicionado y no encontrará consuelo hasta que esta mancha sea borrada con un ascenso, lo más pronto posible. Porque si hay algo que siempre queda en un club grande es su gente y ahí estarán, mientras jugadores y dirigentes pasen, serán ellos los que deberán mantener la calma y levantar a un gigante adormecido por la incapacidad, soberbia e irresponsabilidad.

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