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Opinión

Castillo reloaded, por Maritza Espinoza

“La ultraderecha peruana lo ayudará actuando de la única manera que sabe: demonizarlo hasta la hipérbole…”.

larepublica.pe
ESPINOZA

Algo en lo que pocos repararon el lunes, en la reaparición pública de Pedro Castillo en la audiencia del TC donde se vieron los habeas corpus que piden su excarcelación y reincorporación a la presidencia de la República, es que el fallido golpista no estaba hablando a los miembros de esa corte, sino lanzando un mensaje a sus seguidores.

De hecho, oyéndolo bien, no era el mismo Castillo balbuceante de hace un año, cuando dio un golpe de estado que pasará a los anales de la comicidad involuntaria. No. Este Castillo, más allá de sus endebles argumentos jurídicos, traía un discurso mejor estructurado, ideas fuerza bien desgranadas y hasta una mejor dicción, lo que evidencia que ha estado haciendo un trabajo de, llamémosle así, “autoingeniería”.

Obviamente, Castillo no espera que la justicia le dé la razón. Dijera lo que dijera, el TC desestimará sus pedidos. Él aprovechaba una fecha simbólica —mañana se cumple un año de su delirante golpe de Estado— para intentar capitalizar su condición de “víctima” de un sistema corrupto que lo ha castigado por no pertenecer a las elites. Es decir, proyectar, subliminalmente, una condición de líder popular con proyección política.

Difícil saber en cuánta gente pegará su mensaje, pero lo seguro es que, en su infinita y proverbial torpeza, la ultraderecha peruana lo ayudará actuando de la única manera que sabe: demonizarlo hasta la hipérbole. Ya lo hace Dina Boluarte, cuando lo culpa de las muertes en las protestas, atribuyéndole una capacidad de movilización de masas que ya envidiaría cualquier caudillo.

Como la semiótica no es el fuerte de estos señores, jamás entenderán que, dada su nula credibilidad y el masivo rechazo que provocan en la ciudadanía, sus ataques contra Castillo son leídos justamente al revés. Ya pasó en la segunda vuelta del 2021, cuando su campaña de terruqueo y racismo lo ayudó a derrotar a su candidata favorita. No se sorprendan si, terminada su prisión preliminar, Castillo sale, potenciado, a competir rumbo a las próximas elecciones. Luego no digan que no les advertimos.