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Opinión

El gobierno del pueblo sin el pueblo, por Rosa María Palacios

“Un presidente solo, aferrado a su tapón parlamentario. Sin figuras medianamente solventes en un gabinete repleto de sobones y enloquecidos personajes que solo saben insultar a la prensa”.

larepublica.pe
“Un presidente solo, aferrado a su tapón parlamentario. Sin figuras medianamente solventes en un gabinete repleto de sobones y enloquecidos personajes que solo saben insultar a la prensa”.

La caravana presidencial de tres vehículos avanza despacio por el jirón Junín. Personal militar se alinea en ambas veredas. Seguridad del Estado camina al lado de los autos blindados. La imagen que transmite un dron en la televisión no puede ser más desoladora. Los cercos policiales han impedido al pueblo ver la marcha anual del presidente en su camino a rendir cuentas al Congreso. De los balcones asoma una que otra cabeza. ¿Calle, pueblo, masa, muchedumbre? De ella no queda nada. ¿Así será la soledad del poder? ¿Ausencia y miedo?

El mensaje presidencial habló de un país muy bonito. Un país donde todo lo bueno crece y lo malo decrece. El PBI, el empleo, la inversión están para arriba. La pobreza, el desempleo, la inseguridad, todo va para abajo. Si no nos hemos dado cuenta, es por culpa de la prensa maldita, los oligarcas y los golpistas. Cifras engañosas y sin contexto, que hasta un niño puede entender como falsas, acompañaron el relato.

Omitió mucho de lo importante y reiteró su “pax chotana” con el empresariado: “yo no me meto contigo, tú no te metas conmigo”. Salvo los dos inconstitucionales decretos supremos laborales (tercerización y relaciones colectivas) que tampoco mencionó, no se le puede acusar de materializar los peores temores que había sobre su gobierno. En ese sentido, la pataleta tuitera de Vladimir Cerrón confirma lo evidente: el discurso no le gustó a nadie.

En los días previos se especuló mucho sobre los consejos que habría recibido del exministro Dimitri Senmache. Se le habría sugerido cambiar de primer ministro, poner un gabinete de salida y ofrecer un adelanto de elecciones ordenado. Nada de eso se dijo. Hasta omitió el pedido de entrega de todos sus allegados prófugos que figuraba en el primer texto que repartió la secretaría de prensa. Si no aprovechó esta oportunidad, está claro el mensaje: ni renuncia, ni transición.

Las próximas semanas le caerá encima nueva información sobre los negocios ilícitos que lo involucran a él, a su familia y al entorno de colaboradores que llevó al poder. No le va a ser fácil controlar la avalancha, ni contratando portátiles físicas o digitales como las que inundan redes sociales que demandan “pruebas” como si la evidencia no les explotara en la cara. Cuenta, eso sí, con los 42 votos de la izquierda y los 12 de ‘Los Niños’.

Un tapón de acero que hace inviable cualquier salida por el Congreso, salvo el adelanto de elecciones con 66 votos y un referéndum, salida que el Parlamento (bueno para la gritería y malo para la acción) ha despreciado. Prefieren seguir jugando con una vacancia que les permita unos años más, sin elecciones generales y, mientras tanto, con una cómoda mayoría, defender en lo posible la economía de los delirios constituyentes de Perú Libre.

Los que esperábamos un punto de quiebre en estas Fiestas Patrias nos retiramos con las manos vacías. No hay ni un gesto de reforma, no hay una línea disruptiva, no hay un reconocimiento de culpas, no hay salidas a la crisis o a la pésima prestación de servicios del Estado. Tampoco hay estatizaciones, asamblea constituyente o aumento de impuestos; menos aún algo que decir sobre las graves acusaciones contra él mismo.

El presidente decidió aislarse también el 29 de julio. Con la coartada del COVID le organizaron una ceremonia a puertas cerradas en el Cuartel General del Ejército. Afuera, la protesta. Adentro, la producción de imágenes elaboradas para crear una ilusión: el presidente manda. Como lo fue el 28 de julio, el saludo de los ministros (un añadido protocolar de este año) pretendía transmitir pompa y subordinación. Lo que se vio fue una inmensa soledad.

Un presidente solo, aferrado a su tapón parlamentario. Sin figuras medianamente solventes en un gabinete repleto de sobones y enloquecidos personajes que solo saben insultar a la prensa a la que el presidente se niega a dar declaraciones.

Con la inminencia de las prisiones preliminares o preventivas de sus parientes. Con sus examigos y compinches a salto de mata o hablándolo todo y con ese pueblo que lo eligió cada vez más distante. Aunque todavía dormido, cualquier día puede despertar. Ese día, que espero no muy lejano, llegará. Tarde o temprano, siempre llega. No se puede gobernar sin el pueblo, por siempre.

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