Cuando se piensa o se habla de machismo muchas veces se asocia a situaciones evidentes y explícitas en donde se ejercen los malos tratos, la violencia o el abuso de poder de los hombres frente a las mujeres. Sin embargo, pequeñas acciones —que generalmente son imperceptibles— también constituyen parte de esta violencia de género.
También llamados micromachismos, y acuñado por el argentino Luis Bonino, estas situaciones sutiles son prácticas de dominación masculina en la vida cotidiana cimentadas bajo la sutileza social y cultural, es decir, representan todas las acciones, comportamientos o frases sexistas que siguen reproduciendo el dominio masculino.
Las actitudes machistas están presentes en diversas formas y hasta en las versiones más pequeñas, aparentemente insignificante como los micromachismos. Juan Carlos Callirgos, antropólogo especialista en temas de género, explica que estos son la manera más eficiente de hacer vivir el machismo y perpetuarlo.
Como detalla Callirgos, la cultura se transmite de generación en generación basándose en hechos cotidianos y no tanto en mensajes explícitos. En el caso de las niñas y los niños es aún más importante tener en cuenta los micromachismos, ya que los menores de edad están en pleno crecimiento y en esa etapa van formando ideas y conceptos del mundo.
Jocelyn Acuña, psicoterapeuta y fundadora de ‘psiconexion.jocelyn', explica que muchos niños y niñas van a aprender por imitación y al escuchar ciertas ideas de sus padres o adultos mayores. De igual manera, ellos y ellas van a interiorizar comportamientos y actitudes sobre lo que ven y viven, en el que se incluyen los componentes de género.
Acuña lo ha notado en terapia con niños, tanto en trabajo grupal como individual. La psicoterapeuta narra que los pequeños suelen elegir a delegados o líderes hombres en los talleres por el hecho de ser hombres o tratan de imponer sus ideas frente al de las niñas, al alzar la voz.
Como reflexiona Acuña, muchas veces también son los padres quienes suelen tener conductas sexistas y machistas frente a sus hijos. “Me he topado con padres que tienen una hija mujer, entonces notan que la niña tiene reconocimiento y los papás dicen o repercuten que de seguro los tiene porque es mujer. Minimizan todos los avances de la niña por ser mujer, delante de la niña”, comenta.
Valeria Lindley, psicóloga especialista en infancia y adolescencia, indica que los micromachismos se ejercen y refuerzan en los primeros años de vida. “Niños, niñas y adolescentes terminan por normalizar e interiorizar el machismo, por interiorizar la violencia de género, entonces corres el riesgo de que en el futuro estas manifestaciones de violencia de género se sigan perpetuando”, comenta.
Aunque, es necesario enfatizar que no necesariamente un niño o niña educada bajo parámetros machistas va a repetir esas ideas. Sin embargo, “sí va a ver interiorizado esas creencias”. “En su adultez, si no llega a cuestionarlas, si es que no llega a verlas, si es que no se las pregunta, entonces sí corremos el riesgo que las vuelvas a reproducir”, agrega.
Otro factor importante a considerar es el nivel de afectación de los micromachismos. En el caso de las niñas, estos están más relacionados con su autoestima; mientras que en el caso de los niños, tienen un mayor impacto cuando crecen, sobre todo vinculado a la expresión de sus emociones, explica Lindley.
Conceptos como ‘eso es de niñas’, ‘los hombres no lloran’ o ‘solo las niñas juegan con muñecas’ van a limitarlos. De igual manera, el hecho de que los menores observen y sean partícipes de que ‘solo las mujeres ayuden en la cocina, a servir en la mesa o apoyen en las tareas del hogar', influye en que consideren estos patrones en su vida cotidiana.
“El problema es que esta masculinidad hegemónica resulta ser muy tóxica porque se le ponen un valor y un peso a ciertas conductas que se esperan que tengan los hombres”, resalta Lindley.
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Jocelyn Acuña indica que el contexto de la pandemia de la COVID-19 puede reforzar ciertas actitudes machistas en los niños, niñas y adolescentes, bajo acciones de micromachismo. Por ejemplo, Acuña, lo ha notado en las sesiones virtuales que realiza.
“Me he encontrado con niños que están irritables y ansiosos, entonces se les pide a los papás que hagan un horario para que estén más organizados y en este no ponen ninguna responsabilidad en casa (...). Los papás que ahora están en casa no están permitiendo que los hijos varones hagan estas labores”, detalla.
Valeria Lindley comenta algunas acciones sencillas que se pueden realizar para disminuir la reproducción de estos micromachismos. Una de las primeras reflexiones es que “el color no define el sexo y el sexo no define el color” y da como ejemplo a los baby showers.
“Esto no quiere decir que le quitemos el rosado a las niñas, sino que no tenemos que determinarlo. Se trata más bien que podamos usar el que queramos y luego más bien sean los niños o las niñas quienes tengan la libertad para poder elegir y asumir qué es lo que les gusta y qué no”, dice.
De igual manera, sucede en el caso de los juguetes o los juegos, se debe promover que sean los infantes quienes elijan el tipo de juego que les gusta. “El juego es la herramienta a través del cual los niños y las niñas se comunican, se desarrollan, exploran, generan habilidades motrices y habilidades sociales; si les decimos qué pueden jugar y qué no, con qué juguetes y con cuáles no, de alguna manera estamos limitando la creatividad (...), los terminamos encasillando más bien en estos roles de género”, aclara.
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Otra acción a considerar es la división de tareas en la casa, en donde tanto los niños como las niñas participen en las actividades del hogar por igual. Esto, como expresa Lindley, también debería ampliarse para los cuidadores.
“Este tipo de conductas son las más sencillas, pero que son sumamente importantes promoverlas desde que la niña o el niño son bebes. No esperemos a la adultez o a la adolescencia para empezar a cuestionar estar conductas que hemos normalizado tanto”, finaliza Lindley.