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Cultural

Elton Honores: "Se le da más pantalla a novelas autobiográficas, lo demás pareciera marginal"

Vampiros telépatas huyendo de cazadores neonazis, parodias hacia la literatura peruana, un cardenal de ideas radicales contra los monstruos de la noche. Elton Honores ha publicado 'Nunca seremos nacidos', una atípica novela de lectura ágil, sin tiempo para pisar los frenos.

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Elton Honores publicó 'Nunca seremos nacidos' con el sello de Maquinaciones Narrativa. Foto: composiciónLR/Jazmin Ceras/Diana Rodríguez Díaz

El ícono del vampiro en la literatura gótica continúa una tradición que se remonta a la obra pionera de John William Polidori desde 1819. En las conversaciones acerca de esta criatura de la noche —por ejemplo, 'Drácula', del archiconocido Bram Stoker—, comúnmente se habla de que cazan a sus víctimas para beber su sangre y subsistir. Más adelante, en 1872, el autor irlandés Sheridan Le Fanu rompió las convenciones vampíricas al publicar 'Carmilla', novela basada en la leyenda de Isabel Bathory, apodada la 'Condesa Sangrienta'. La historia, en su conjunto, desafió a la sociedad conservadora porque presentaba una clara relación erótica entre Laura y Carmilla.

Sin embargo, también se concibe al vampiro como un ser abyecto que consume la energía vital de los humanos. Enfocándonos en el caso local, Elton Honores Vásquez, doctor en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ha ido un paso más allá al situar a este símbolo del terror en la realidad contemporánea y el imaginario retrofuturista. Loredano, personaje principal de la novela 'Nunca seremos nacidos', escapa incesantemente de los fanáticos de la Crítica Nazi (séquito de Hitler) hacia otras dimensiones paródicas y disparatadas.

Entre el horror, la ciencia ficción, la crítica empedernida a la clase política y una amenaza vampírica que se encarama desde los abismos del centro de Lima, Elton Honores, también investigador del Instituto Raúl Porras Barrenechea, ha diseñado las rutas de una novela multirreferencial, en la que recordaremos escenas de 'La naranja mecánica' (Anthony Burgess, 1962), 'Mañana, las ratas' (José B. Adolph, 1983) y de la vasta narrativa de H. P. Lovecraft. Te invitamos a leer la siguiente entrevista:

—¿Por qué elegiste la figura vampírica como el tema dominante de la novela?

—Para mí, la figura del vampiro es un pretexto. Por un lado, está bastante agotada en la literatura fantástica. Lo que propuse en la novela fue una nueva mirada. La relaciono con los textos de Clemente Palma. Hay uno que se llama 'Mors ex vita', que se publica en 'Historietas malignas'. De allí me inspiro un poco para crear a Loredano, el vampiro protagonista.

Clemente Palma (de pie, a la izquierda) junto a Ricardo Palma (sentado) y parte de su familia. Foto: Davis Valdéz

—¿Cuánto te costó aislarte un tanto de tu voz de crítico literario e investigador para priorizar tu voz narrativa, un registro distinto?

—Mucho tiempo atrás he tenido interés de escribir ficción. Ocurre que aquí, en el Perú, hay una visión limitada o separada de la labor del crítico con la del que produce ficciones (...). En la novela, sin embargo, hay pasajes que yo llamaría 'ensayos apócrifos sobre la literatura peruana'.

—El libro rebosa de conspiraciones, por ejemplo, la huida secreta de Hitler para legar el nazismo. ¿Eres alguien que se cuestiona día a día lo que se nos ofrece como realidad a través de voces oficiales?

La historia es un discurso, una construcción. De hecho, lo que se aproxima a los acontecimientos del pasado realiza también una reconstrucción hasta cierto punto ficcional, hay que llenar vacíos, especular. Lo del escape de Hitler es una teoría de la conspiración. Es curioso: para escribir un par de párrafos sobre eso, leí dos libros enteros. Así le di sustento. Leí más de historia que de conspiraciones, eso sí.

—Vas más allá. En la novela clonan a Hitler para preservarlo de alguna manera. ¿Hay una analogía entre ello y nuestra clase política, que parece mostrar los mismos rostros de siempre para elegirlos una y otra vez?

—Es interesante ese modo de analizarlo. Incluso esos rostros pueden cambiar, pero tener las mismas ideas de siempre, desfasadas, rancias...

—En 'Nunca seremos nacidos', hay menciones constantes a la tercera guerra mundial. ¿Es tal vez tu miedo o pronóstico más recurrente?

—Me remito al año 2010, al amago de una tercera guerra mundial entre Corea del Norte y Estados Unidos. Hace 14 años, la sensación de un conflicto a gran escala estaba a la vuelta de la esquina. Se supone que ese sentimiento era más propio de la Guerra Fría. Ese miedo está latente. El mundo puede acabar en cualquier momento, ya nos hemos acostumbrado a esa cotidianidad. Mucho del cine y de la literatura distópica ha normalizado la idea del colapso global.

—Vemos que en la página 32, cuando se expone la querella del 'escritor mestizo', asoma tu vena crítica. ¿Sientes que la coexistencia de varios tipos de escritores (como los citados en el libro: progresistas, aburguesados, de realismo sucio) es necesaria o solo se satura el mercado?

—Es complejo. En realidad, hay un aspecto en la novela que tiene que ver con lo paródico. Ahora, si me pides una reflexión, eso escapa a la novela. Hay una predominancia, a nivel de medios de comunicación, de un cierto tipo de literatura. Se le da más pantalla a novelas autobiográficas, con problemáticas de cierta clase social.

—Percibes predilecciones.

—Solo hay una vitrina para ese tipo de literatura, en parte, por las dos grandes transnacionales que lideran en el Perú. Todo lo demás pareciera marginal. También vemos un tema racial. Cuando se habla de literatura tusán (autores descendientes de chinos en el Perú), por ejemplo, aunque la intención sea positiva, sigue habiendo un racismo indirecto.

—En la novela hay alusiones directas a 'Mañana, las ratas', de José B. Adolph. ¿Cuán importante es aquel autor de culto en la conformación de la ciencia ficción peruana?

—De José B. Adolph, los escritores contemporáneos aprenderán bastante. No se le ha dado el lugar merecido. Tiene un sello personal, propio, rasgos particulares. Él no copia a nadie, enfrenta a sus demonios. Todo artista debería apuntar a eso. Lo que yo veo de la literatura fantástica actual es que intentan copiar modelos extranjeros, sin ninguna repercusión, una especie de lenguaje de best seller. Manda la simpleza, la acción, la poca profundidad. Al final, eso es dañino para el ecosistema del libro.

'Mañana las ratas' fue reeditado por Minotauro. Foto: captura de PlanetadeLibros

—¿El humor y la ciencia ficción son una fusión perfecta? Adolph jugaba mucho con la comedia mezclada con el futurismo...

—Hay que pensar en otras maneras de leer literatura. Por eso, en el apéndice final de 'Nunca seremos nacidos', remarco la idea del entretenimiento, la comedia. No de un entretenimiento grave, sino de algo que te distraiga, pero que te haga pensar y repensar. Siempre ahondamos en temas serios, graves, trágicos...

—Como en varios concursos peruanos de literatura.

—Casi siempre los premiados en concursos de literatura escribieron sobre novela histórica, el denominado 'género serio', digámoslo así. No está mal. Pero cuando se vuelve norma u obligación, allí está el problema.

—Se siente tu rabia por la clase política en la novela. ¿Expresas también tu desconcierto por la situación actual?

—Sí, hay una visión rabiosa. Es el Perú, ¿no? Recordemos que la literatura también es política. Creo que 'Nunca seremos nacidos' no llega a ser un panfleto, pero sí muestra aspectos de la historia del Perú.