Hacia una política de educación y bienestar del adolescente
Liliana Prado Puga.
Una docente le quita el celular a dos estudiantes adolescentes que estaban usándolo durante la clase; la reacción de estos alumnos es revelarse, burlarse de la docente incluso imitando una cojera que la misma tenía. Todo queda registrado por otro estudiante que lo difunde en redes, y a la vez se convierte en noticias en medios de tv y radio principalmente. La reacción desde lo mediático se convierte en gritos de clamor porque se expulse a los estudiantes que cometieron la falta, así como se pidió cárcel para el estudiante que manipuló un arma y causó la muerte de otro estudiante. Adolescentes considerados delincuentes que deben ser castigados; nadie los mira como personas en desarrollo y ni siquiera se preocupan por ver como se llegó a estas circunstancias.
Mientras no cometan falta nadie los ve. Los adolescentes en etapa considerada de transición son invisibles a los ojos de todos si no es para mirárseles desde el déficit, desde la falta y el castigo, desde una mirada punitiva. Una madre va a visitar una zona arqueológica con su hijo adolescente, en la entrada dice precio para menores de 12 años, otro precio para jóvenes estudiantes de universidad o institutos técnicos y otro para adultos; entonces mira a su hijo de 14 años y se da cuenta que no está incluido en ninguna de las categorías, simplemente no existe para el sistema.
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Las personas en su adolescencia sufren una serie de cambios simultáneos que son percibidos como problemáticos, cuando en realidad es una etapa de mayor desarrollo, donde deben considerarse todas las potencialidades a desarrollar. Y la escuela sin duda alguna puede convertirse en el disparador de todas esas potencialidades para un desarrollo integral, o convertirse en el freno que, lejos de potenciar el desarrollo, lo trunca.
La población en adolescente en el Perú de 12 a 19 años, es de 3´991,096 (Censo de población y vivienda 2017). Es una edad que corresponde en situaciones idóneas 12 años a 17 años en la que transcurre su secundaria, aunque como vemos muchas veces hay abandono temporal de la escuela y deserción definitiva. Algunos de ellos se acogen a la educación básica alternativa, que les permite estudiar y trabajar, hay muchos con extraedad etc. En esta modalidad también estudian los adolescentes privados de libertad por faltas graves. Pero otros no regresan más a estudiar. Los motivos por los que los adolescentes abandonan la escuela son: embarazo precoz, situación económica, problemas familiares, pero también hay un 23.6% que alude a la falta de ganas de estudiar, al no interés en el mismo, que puede aludir a valorar la utilidad que le dan a la escuela.
¿Para qué les sirve la educación secundaria a los y las adolescentes? La respuesta casi contundente dada por los adultos responsables de su educación sean los propios padres de familia, o el Estado parece solo tener una sola respuesta “para proseguir con estudios superiores”. A nadie parece impórtales el presente mismo de los adolescentes, su intereses, su desarrollo. El estudiante pasa, de una etapa de protección y de vínculos afectivos en su primaria, a una educación secundaria de desapego y “transmisionista” que poco o nada contribuye a su desarrollo. El imaginario ha llegado incluso a calar de tal forma a los propios adolescentes, más allá de siquiera poder pensar en sus intereses. Internalizan que necesitan ingresar a la universidad o estudios superiores como único significado de su existencia, y entonces para eso no necesitan desarrollarse integralmente, ni hacer uso de su pensamiento crítico y ejercicio ciudadano.
En julio de este año, el Ministerio de Educación anunció mediante Resolución Ministerial No. 357 la decisión de formular una Política Nacional de Educación y Bienestar del Adolescente. La política debe atender a los y las adolescentes como personas donde importa su presente, donde su voz y sus intereses deben ser escuchados, donde se les atienda desde sus diversidades, donde se les aliente a construir conocimiento. Una educación centrada en el sujeto, viviendo su presente, garantizará que su futuro considere lo que ellos y ellas deseen.
Una verdadera política de educación y bienestar adolescente debe estar dispuesta a romper paradigmas, requiere de una propuesta pedagógica de acompañamiento donde los vínculos que desarrollan los docentes, no solo con el tutor, deben ser positivos y sólidos. Que sea capaz de desarrollar aprendizajes desde los intereses de los propios sujetos y reconocer que son diversos. Debe poner en la palestra que es necesario conocer a estos adolescentes y escuchar sus voces. Requiere repensar la educación inicial de los propios docentes y escucharlos también, requerirá de padres de familia que vean a sus hijos en el hoy. Bienestar desde sus aprendizajes, y su desarrollo integral, una política que puede y debe liderar el sector, pero que involucra a otros sectores del Estado, a gobiernos regionales y locales, quienes deberán incorporarlo en sus planes acciones especificas en su plan de trabajo y tener indicadores claros de resultados, deberá considerar también el rol de la comunidad.
Se tiene el letrero , pero mientras no se cuelgue, y se prendan las luces, los adolescentes seguirán inviabilizados, una política nacional requiere ser elaborada de manera seria, planificada para alcanzar cierto objetivos, hablamos de un cambio de paradigma, pero mientras se va construyendo la política misma, se requiere ir generando espacios en el escenario público, de llevar a la palestra la voz de los y las adolescentes, comenzar a difundir lo que se tiene como marco que orientará la política, conocer cómo operan los cambios y que potencialidades tienen los adolescentes, qué tipo de pedagogía se requiere, que ayude a que los adolescentes construyan sentidos propios sobre los contenidos de aprendizaje. Caso contrario seguiremos llenándonos de titulares sobre adolescentes tildados de delincuentes y un pueblo enardecido que pide la crucifixión de los mismos, en lugar de demandar atención para ellos y ellas. El momento es hoy y no mañana; el tiempo no espera los y las adolescentes tampoco.
Redacción: La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Con el apoyo del Instituto Bartolomé de las Casas.