Jorge Aragón: “Con elecciones se busca ganar algo de oxígeno, pero luego la crisis volverá a estallar”
Jorge Aragón, investigador del Instituto de Estudios Peruanos, señaló que el Gobierno estaría confiado en que las protestas pronto cesarán, pero en realidad, prevé, que pronto "volverá a estallar". “Hay una apuesta del Gobierno de que está por llegar el pico de la protesta y que la gente se va a cansar, y la acompaña con un nivel alto de represión”, expresó.
El politólogo Jorge Aragón considera que el adelanto de elecciones que se necesita servirá para ganar un poco de oxígeno e impedir que la gente siga muriendo por ahora, pero luego la crisis volverá a estallar porque no hay aún una salida a algo mejor. Alega que hay una apuesta del Gobierno por que la gente se canse y a su vez emplea gran represión.
—En el Congreso han encarpetado el último proyecto de adelanto electoral del Gobierno tras rechazar otros y Boluarte está en silencio. ¿Qué le parece?
—Hay una apuesta del Gobierno de que está por llegar el pico de la protesta y que la gente se va a cansar, y la acompaña con un nivel poco visto antes de represión. Hay una estrategia entre dura y de hacerla larga de modo que no haya que tomar una decisión como la renuncia de Boluarte o el adelanto electoral.
—Que la población se canse…
—Que se canse, que ya no se pueda mantener movilizada tanto tiempo, que cuesta. Y la ayuda perversa de la represión aumenta el costo: si vas a la calle, te golpeo, detengo, denuncio…
—¿Eso explicaría el ataque a brigadistas, periodistas, etc.?
—Absolutamente. Se suma el discurso de que la protesta es producto de agitadores profesionales: no hay que escucharla, sino reprimirla. Es el discurso que necesitan para mantener el rumbo político que han decidido: aguantar; y a veces lo creen.
—¿Aunque no muestren evidencia de un rol protagónico de los financistas que señalan, como minería legal o narco…?
—Y están buscando mal. Es probable que algunas protestas hayan estado vinculadas con economías delictivas, pero ahora buscan en estudiantes de San Marcos. Se mezclan cosas y se convencen de que hay actores interesados en aumentar contradicciones. La canciller afuera del país, donde la prensa es menos complaciente, debe reconocer que no tiene prueba. Además, es incierto todo y se ha instalado una parálisis poco realista y bastante insensible: no adelantan elecciones y hay ilusión de que todo se normalizará en los próximos meses.
—Apenas nombrado ministro de Defensa, Otárola nos dijo que la protesta estaba por descender, y aumentó. ¿Cree que funcione que la gente se canse?
No va a funcionar. La gente se cansa, habrá retroceso; pero esto no terminará porque las razones son profundas y en gran parte el Gobierno intensifica la sensación de injusticia y razones para protestar. Vemos días con menos convulsión. Eso es normal, pero esto no va a parar. Lo triste es que muy probablemente más gente muera y sufra.
—¿Cómo ves que grupos de ciudadanos enfrenten a protestantes, como en Callao y Cusco?
—Hay de todo. La Resistencia ataca a manifestantes, no es novedad. En la polarización, algunos confrontan a los que protestan. Hay quienes se cansan con los impactos: la economía sufre, hay desabastecimiento. Hasta ahora pesa más sensación de injusticia y responsabilidad del Gobierno y el Congreso. No creo que la gente aísle por completo a quienes protestan. El Gobierno debe de estar apostando a eso.
—Las protestas se dan tras la vacancia de Castillo, que estaba muy desgastado y acabó intentando un golpe. ¿Qué pasó?
—Hemos olvidado rápido lo trágico del momento poselectoral del 21: la reacción de parte de la derecha de desconocer el triunfo de Castillo y decirle a un montón de peruanos “no importa tu voto”. Eso comienza con esa agresión a quien muchos sentían como igual. El Gobierno fue muy ineficaz y hubo corrupción, pero no era difícil repetir que una clase política limeña no lo dejaba gobernar. Eso sumó. La agresión a Castillo era también a muchos peruanos. El desenlace en que Castillo mete la pata y el Congreso sale como victorioso (porque logró que ya no sea presidente) va sumando a todo y se hace insostenible.
—¿Qué sucedió con Boluarte, que pronto recibió rechazo?
—La gente esperaba de ella que su renuncia lleve al país a un proceso electoral en que se vaya el Congreso obstruccionista que negó a Castillo, y ella se comporta como la mayoría de los políticos que sueñan con la presidencia. Si renuncia hoy, quienes protestan ya no le reconocerán nada. Debía transitar a un periodo que dé aire a la crisis. Ahora parece que la única salida es su renuncia.
—Vizcarra logró pasar de vicepresidente a presidente popular, y ella fue rechazada pronto…
—Hay poca semejanza. PPK y Castillo representan cosas diferentes. No se compara con el contexto actual, que arranca en el 2021 con esas actitudes tan poco democráticas de la oposición.
—¿Diría que con Castillo se tocó la fibra sensible de la fractura social que padece el Perú?
—Total. Ya entramos a eso. Castillo es más parecido a la mayoría. Esa fibra no es poca cosa.
—¿Boluarte pudo tener cierto éxito si hubiera armado un equipo más a la izquierda?
—Creo que no. Encarnar un Gobierno progresista con este Congreso hubiera sido complicado. Hubiéramos pasado a un periodo de vacar a Boluarte.
—Algunos en la derecha alegan que esta convulsión se preparó con Castillo. ¿Qué opina?
—Da gracia y bronca. Suena a profecía autocumplida y autoexculpatoria: “No nos equivocamos sobre su peligro”. Cero reflexión. Se atrincheran en una posición sin concesión. Es un argumento sin sustento y burdo para negar razón en la protesta… Tan preocupados con que no se mueva el tema de la Constitución y generan una coyuntura en que no desaparecerá. Será la discusión de próximos meses o años: una derecha que niega razón para revisar la Constitución y parte de la sociedad que pide repensar algunas cosas aunque sea en términos simbólicos.
—¿Estamos camino a un momento constituyente?
—No creo que en corto o mediano plazo estemos camino a un tema constituyente, pero puede que una demanda política de un sector del país sea revisar la Constitución de 1993. Será objeto de disputa política, lo que la derecha quería evitar.
—¿Qué salida prevés y qué liderazgos pueden ganar espacio, considerando los descréditos de izquierda y derecha?
—Es lo más trágico. La perspectiva es detener la caída. Si hay elecciones, el resultado no necesariamente mejorará la situación de crisis. Es ganar oxígeno, evitar más muertes, que la democracia se siga erosionando. ¿Y después? A ver si aparece una luz. No hay salida a algo mejor, sino a estar menos mal.
—¿Y luego la crisis vuelve a estallar?
—Va a volver a estallar. También dicen que el problema es de autoridades regionales por su gestión. Quizás sea aliciente y por allí puedan surgir liderazgos regionales. Pero todo está por verse. Aún todo es muy incierto.