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Escribe: Leyla Aboudayeh
En una sociedad donde estamos permanentemente conectados pero cada vez menos acompañados, el deseo circula a la velocidad de un clic y los vínculos se vuelven frágiles, Memento amori —la muestra que reúne a Vanessa Karín y María Abaddón— abre con una pregunta sencilla pero radical: ¿qué queda después del goce? El curador Mijail Mitrovic plantea que, una vez conquistada la libertad sexual, no necesariamente hemos conquistado el encuentro. Más bien, la libertad ilimitada ha derivado en una capitalización del deseo, donde el cuerpo se vuelve mercancía rápida y descartable. Frente a ese escenario, ambas artistas devuelven la mirada hacia el cuerpo y el amor como prácticas que aún pueden sostenernos.
Vanessa Karín lo dice sin rodeos: “Existe una nostalgia por el próximo encuentro. Por el próximo ‘te quiero’. Nuestras obras surgen desde la protesta y la pregunta: ¿qué queda después del orgasmo?” En su pintura, el sexo es un umbral hacia un vínculo posible, un lugar donde el deseo deja de ser automático y se transforma en un acto de presencia. María Abaddón, por su parte, trabaja desde otra densidad: figuras sin rostro, cuerpos que se engullen o se defienden, tensiones vitales que bordean la metamorfosis o la descomposición. “Lo carnal es la deriva, el amor es un ancla”, afirma. Su obra enfrenta la fragilidad del cuerpo con la brutalidad de sentirse vivo y, al mismo tiempo, de perderse en él.
La soledad aparece en ambas, pero con registros distintos. Karín señala que “el roce se vuelve el intento de negociar la soledad”, mientras que Abaddón deja que esa ausencia se manifieste por omisión: personajes sin rostro que podrían ser cualquiera, o nadie. Una de las piezas más elocuentes de Karín es Desde la oscuridad junto a las flores y almohadas III (2025), un policromo blanco sobre cartulina negra donde una mujer yace en sumisión elegida, esperando a su amado en un ambiente oscuro pero tierno, como señala la artista. La escena reúne cuerdas, almohadas y flores, creando una tensión entre lo frágil y lo forzoso, entre lo idealizado y lo doméstico y la oscuridad de la pulsión. La imagen condensa la poética de su obra: el deseo entendido como una disposición consciente a exponerse, a vulnerarse, a abrir un espacio donde la ternura convive con la violencia suave de la espera.

Vanessa Karín y María Abaddón. Foto: Difusión.
En ese marco, el amor aparece como decisión. Karín afirma: “Memento Amori es un llamado afectivo-político y comunitario”, y añade una crítica frontal al sistema afectivo en el que vivimos: “Amar es resistir a la lógica neoliberal, donde el deseo se neutraliza y se convierte en un producto pasivo”. En su lectura, amar es resistir al goce individualizado e inmediato, resistir a la soledad como norma de nuestra época. Abaddón, desde un ángulo distinto, se pregunta qué clase de amor sirve hoy, en un mundo donde la normalidad y la familia tradicional han mostrado sus límites afectivos. La posibilidad de elegir vínculos, o incluso de elegir la soledad, se vuelve un gesto político.
Las referencias intelectuales que acompañan estas obras dicen mucho sobre el terreno donde se construyen sus ideas. Para Karín, El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari es clave para comprender sus reflexiones sobre el deseo como producción y la crítica al orden familiar tradicional. La noción del “cuerpo sin órganos” le permite imaginar un deseo no reproductivo, desobediente, capaz de generar nuevas formas de relación. Abaddón, en cambio, tiene presente a Kundera, Bauman, Simone de Beauvoir, Paul Preciado y Elena Tejada-Herrera. Una genealogía que entiende el amor como construcción histórica, siempre condicionado y en movimiento.
La pregunta por el “vínculo real” atraviesa toda la muestra. Karín sostiene: “Un vínculo real es aquel que, aunque con fricciones, decide sostenerse en el tiempo. Es un acto de fe en la presencia mutua”. Abaddón responde desde otra orilla: “No se puede volver a lo que nunca existió. Lo que ha cambiado son las condiciones”. Vivimos, dice, una revolución de los afectos donde la soledad ya no se combate con pareja, sino con vínculos que realmente importan.

"Memento amori". Foto: Difusión.
Si Memento amori propone un imperativo —recordar amar—, las artistas le añaden otros matices. Para Karín, el gesto sería “recuerda desear”, una reivindicación del deseo como energía viva que sigue creando vínculos más allá del consumo rápido. Para Abaddón, la consigna es más esencial: “Recuerda que amar es humano”.
En una época que ofrece cuerpos disponibles pero vínculos frágiles, Memento amori insiste en algo profundamente simple: el amor —en su forma más material, vulnerable e imperfecta— continúa siendo una resistencia luminosa frente a la soledad programada de nuestro tiempo.
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