Gestora Cultural con más de diez años de experiencia en el diseño y ejecución de proyectos sociales, políticos y culturales en el sector público y privado. Con experiencia en docencia cultural e investigación. Actualmente, miembro del Consejo Directivo de la Asociación Civil Transparencia. Reside en Cajamarca
Las manifestaciones y protestas en Perú han vuelto. Y si bien hay un malestar ciudadano generalizado contra el Gobierno y el Congreso, el panorama de las manifestaciones sociales ha adquirido nuevos matices. A diferencia del estallido ocurrido a fines de 2022 e inicios de 2023, donde el sur lideró una movilización contra la clase política, cargada de una profunda reivindicación étnica, cultural y geográfica, las protestas actuales se centran en Lima y han partido de agendas muy específicas, donde se suma la sensación de hartazgo y de desconfianza.
El surgimiento de la “Generación Z” es casi una sorpresa, sobre todo porque, hasta hace poco, la juventud peruana se había mantenido al margen de los reclamos y levantamientos colectivos. El puente que permitió pasar de un silencio, que duró más de dos años, a tomar las calles principales del centro de Lima aún merece un análisis más profundo; pero sin duda, la reforma del sistema de pensiones, fue un factor desencadenante que luego dio paso a una marcha, donde más actores se sumaron.
Por otro lado, la muerte de un conductor de la empresa Lipetsa, debido a la ola de inseguridad en la capital, ha convocado al sector de transporte público a un “apagado de motores” en toda Lima Metropolitana y el Callao. Este es el reflejo más claro de la sensación de terror que significa para muchos vivir en el Perú. Y es que también se marcha por miedo. Matar por diez soles, en pleno espacio público, delante de pasajeros es un nivel de deshumanización que las redes criminales, junto a la colusión entre ejecutivo y legislativo, han permitido con total impunidad.
Y fuera del foco limeño, las rondas campesinas y urbanas de Cajamarca también convocaron a un paro regional el 6 de octubre. Aquí el reclamo, principalmente, es para exigir la culminación de varios proyectos de infraestructura vial, así como atender el crecimiento de la minería ilegal en la región. Exigen un diálogo descentralizado con la presencia de ministros clave.
En todos los casos, hay un reclamo firme de la ciudadanía frente a las acciones [o inacciones] de las instituciones. Sin embargo, las marchas y protestas en el Perú siguen careciendo de articulación y de liderazgos sólidos. Hasta ahora no hay un movimiento masivo nacional, sino más bien esfuerzos que surgen con agenda propia, aunque luego se sumen los reclamos comunes. Y esto nos dice que hasta en las formas de organizar la indignación también estamos fragmentados. Todavía no hay un proyecto común para abordar la protesta y generar los cambios sustanciales. Pero lo que sí hay es un conjunto de emociones ciudadanas acumuladas, que pueden dar pie a un nuevo levantamiento.

Gestora Cultural con más de diez años de experiencia en el diseño y ejecución de proyectos sociales, políticos y culturales en el sector público y privado. Con experiencia en docencia cultural e investigación. Actualmente, miembro del Consejo Directivo de la Asociación Civil Transparencia. Reside en Cajamarca