Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.
¿Estamos frente a un movimiento juvenil que impactará en la política? El pasado fin de semana las calles se llenaron de espíritu juvenil. La motivación inicial de las protestas estuvo vinculada a los cambios en el sistema de ahorro previsional, pero se fueron sumando diferentes reclamos, siempre enarbolados por grupos de jóvenes. Suficientes para convocar durante dos días seguidos a quienes llenaron la plaza San Martín y para mantener la idea de futuras movilizaciones. La presencia desproporcionada de efectivos policiales y los disparos a manifestantes y periodistas presentes ha buscado amedrentar. Sin embargo, la reacción del Ejecutivo y el Congreso muestra que este tipo de acciones son difíciles de convocar y organizar, pero pueden ser efectivas.
Muchos (los jóvenes también) han optado por la distancia o la desconexión frente al día a día del Ejecutivo o el Congreso. No necesariamente por falta de interés, sino que seguir escuchando o viendo lo mismo, junto con la sensación de que nada se puede hacer, aumenta el dolor que toda la situación provoca. Ante la falta de propuestas de acción, el alejamiento es una respuesta del momento.
No influirá en todos de la misma manera, pero cada vez que la juventud se percibe afectada directamente (las movilizaciones contra la ley de empleo juvenil tuvieron la misma dinámica) algunos grupos inician una convocatoria que se propaga. Ven ahí una posibilidad de expresar, con algún nivel de respaldo colectivo, un sentimiento que se guarda día a día. ¿Se mantendrá la movilización? ¿Incorporarán otras demandas? Muy pronto para saberlo. Los transportistas ya se sumaron.
Es una generación donde prima la desconfianza respecto a la oferta política actual. Durante el fin de semana hubo algunas pifias con relación a políticos que se hicieron presentes. Por ahí, alguien hoy desconocido los anime (lo cual podría significar que no aparecer en las encuestas de estos días podría ser positivo en lo electoral). Dependen mucho de sus propias fuerzas, de sus recursos, de su capacidad organizativa y de que vayan construyendo un discurso que los vincule entre sí de alguna manera. Desde ahí, podrían seguir sumando.
Las redes sociales fueron, una vez más, el canal de información antes, durante y después de las marchas. Desde ahí se expresan respaldos y rechazos. Este fue el medio que ayudó a muchos a convocar y organizar las salidas. Y dentro de los diferentes recursos existentes, TikTok va mostrándose como un canal que los mismos jóvenes utilizan para vincularse y organizar su actividad en las calles. En la encuesta de septiembre de CPI, TikTok, junto con Facebook, figuran como las redes más creíbles (50% y 74%, respectivamente). La capacidad viral de TikTok es algo que hay que seguir mirando no solo por la lógica del algoritmo que contiene o porque sea un medio de uso principalmente juvenil. En una dinámica electoral donde cada vez más la decisión de por quién votar se toma en la última semana (según el IEP, en el 2021 el 50% decidió su voto la última semana), lo que ahí circule, en alta velocidad, será importante. Los estudios muestran que el boca a boca entre conocidos y familiares también es importante. Pero en sectores de bajos recursos es la opinión del joven la que lidera esas dinámicas, no al revés. Ese joven, muchas veces con mayor nivel educativo que los padres, es quien termina actuando como líder de opinión grupal.
Según el RENIEC, aproximadamente un 10% de personas votarán por primera vez en las próximas elecciones (algo más de dos millones y medio de ciudadanos, casi todos entre los 18 y los 21 años). Si tomamos a quienes se consideran como parte de la llamada Generación Z (asumamos que son los nacidos entre 1997 y el 2012), estamos hablando de un tercio de los votantes. Pero la cantidad no lo es todo. La identidad colectiva es muy importante.
El concepto de generación Z viene de una forma de segmentación desarrollada en otros países. Localmente hay estudios que muestran que puede haber semejanzas por edad, pero que también hay diferencias por región, género o nivel socioeconómico. Lo importante no son tanto las diferencias o semejanzas sociodemográficas, sino el inicio de un discurso que surge desde los mismos protagonistas. No hay algo que se pueda llamar, en estos momentos, “movimiento juvenil” porque al menos hoy no se observan objetivos, organización o identidad del todo claros, pero sí se ven los esfuerzos por construirlo. El término Generación Bicentenario se acuñó a raíz de las protestas contra Merino, pero se construyó desde fuera de los manifestantes. Esta vez, el término Generación Z viene siendo utilizado por los mismos protagonistas. No sabemos cuán extendido sea su uso (porque también es el nombre de uno de los colectivos que ha convocado a las marchas), pero hace tiempo que no se veía a tantos dirigentes juveniles en medios masivos (y en redes sociales, por supuesto) hablando de Generación Z. Si a eso se le suma el uso de la bandera de One Piece, otro elemento identitario, algo se está formando ahí.
Las movilizaciones estudiantiles del 2019 en Chile, en un contexto de desgaste de todo el establishment político chileno, llevaron a que algunos académicos llamaran a esa la “generación sin miedo”, para dar cuenta de un movimiento juvenil que dejó de reclamarle a “los mayores” para asumir que de ahí no vendría ninguna solución. Que la respuesta estaba en el desarrollo de sus propias capacidades. Sabemos que ese camino no ha estado exento de problemas, pero ha supuesto un cambio de protagonistas y renovación. Perú es una democracia sin partidos, desformal, y el reto de organizar demandas es mucho más complicado, pero ya hay jóvenes que dicen: “Les perdimos el miedo. Nos cansamos de lo mismo. Nos cansamos del gran abuso.” Su reto es construir.

Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.