Exministra de Justicia y Derechos Humanos. Abogada.
Así como llegó la primavera el 23 de septiembre, llegarán las elecciones el 12 de abril. Hasta entonces convivimos con una transición amarga. Lo que conocíamos del Estado era malo, pero ahora es peor. La inseguridad toca la puerta de nuestras casas y la llena de incertidumbre y miedo.
Rosa me contaba que una chica en su barrio murió al caer de un quinto piso, dejando una niña. Fue al velorio para acompañar y enseñar a su hijo solidaridad. De pronto comenzó una balacera entre barras. Todos corrieron, se refugiaron en una casa. Una joven con su hijo pedía a gritos entrar. Cuando todo terminó, su hijo de nueve años le dijo: “Mamá, es mi primera balacera”. Nos quedamos calladas. ¿Qué tipo de sociedad normaliza una balacera? Esa es la realidad del Perú.
Frente a esto, muchos optan por no leer noticias. Quienes hacemos política vivimos entre cambios, ambiciones y mezquindades. Decidir entrar, quedarse, salir. Pero al final queda resistir y dar la pelea. Hacer lo correcto, por las razones correctas, en el momento debido. Eso da serenidad y paz para las siguientes batallas. Otros creen que nada cambiará y prefieren irse. Pero el 12 de abril llegará, como una olla de presión que libera su fuerza.
Mientras tanto, la gente marcha reclamando dignidad, seguridad y justicia: lo que un Estado debería dar. Y la justicia se ve sometida a presiones e intereses. Sin embargo, ese día habrá elecciones y podremos darle al país una oportunidad. No la dará una sola persona, nos la daremos todos. Lo que viene es cuesta arriba, pero si estamos juntos mirando un mismo horizonte, la carga será más ligera. Y así como llegó la primavera, el 12 de abril también llegará; con él podemos comenzar a cerrar un ciclo oscuro que se resume en corrupción, incapacidad e impunidad. Esperémoslo trabajando con ilusión y esperanza.