Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia...
Cuando unos pocos gobiernan para si mismos y para obtener beneficios para los suyos; cuando esos mismos quieren un Estado que lo regule todo a su favor para eliminar la libre competencia que favorece a los consumidores; cuando para el control del poder vale todo sin importar la legitimidad de la autoridad o la legalidad de sus actos; cuando para todo lo anterior la ley se tuerce a antojo y desaparece el estado de derecho para subvertirse por la imposición del prepotente; cuando los contratos no valen nada para el que esta en el poder y el derecho de propiedad es tan solo un pequeño obstáculo que puedes eliminar por la fuerza de la ocupación física; cuando abandonas el libre mercado y lo sustituyes por un estatismo donde quienes quieren competir en igualdad de condiciones siempre pierden; cuando todo eso pasa, lo que tienes sobre ti, destruyendo la economía, es un gobierno mercantilista.
Un gobierno mercantilista escoge sus ganadores. Pueden ser los agroexportadores hoy, mañana la minería ilegal. El problema es que por cada ganador dejas millones de perdedores en el camino. Por cada exoneración tributaria hay un maestro que no se pagó y una vacuna que no llegó al niño que muere por tos ferina. Los ganadores son visibles, los perdedores, invisibles. Subsidios, exoneraciones para unos y sobrerregulación, tributos y aranceles altos para los demás. Para unos, desde la informalidad, no hay regulación. Para los demás, fiscalización, multas a cambio de tan malos servicios (como el de seguridad, por ejemplo) que no queda sino salir del mercado ante la pérdida total.
El mercantilismo, que fue la doctrina económica que hundió al Perú por siglos, hizo crisis sistemática en el primer gobierno de Alan García cuando el estatismo y la hiperinflación nos destruyeron al borde de la quiebra total del Estado. Ese naufragio dejó no solo lecciones potentes (no se gasta lo que no se tiene o no se escoge ganadores) sino vacunó a mi generación contra conceptos letales como “control de precios” o “empresa pública” que suenan muy bonitos hasta que no vives el drama de la escasez de todo, incluyendo la de la energía, el agua o las comunicaciones.
El gobierno de Fujimori sacó al país del hoyo con el programa económico liberal que propuso en 1990 Mario Vargas Llosa, pero con una diferencia muy relevante. Impuso desde 1992 un régimen autoritario que nació de un golpe de Estado para conseguir una reelección que quiso ser perpetua. No se puede ser liberal violando derechos fundamentales. En el 2001, con el regreso de la democracia y un capítulo económico de la Constitución de 1993 que da todas las garantías a un mercado libre de capitales, el Perú creció. Y creció tanto que pudo sacar casi al 40% de la población de la pobreza al 2019, dejándola en 19% (hoy es 27%). Un esfuerzo extraordinario, que puso, por fin al Perú en la senda correcta de la prosperidad. O eso quisimos creer.
Pero nuestros mercantilismos, de izquierda y de derecha, no se habían ido a ninguna parte. Estuvieron agazapados esperando la oportunidad de volver y volvieron con todo. Los mil días de Dina no han sido sino la confirmación de lo anterior, expresado tanto en el Congreso, como en el Ejecutivo y en los gobiernos locales. Al grito de “caviar, caviar” cada vez que alguien les hace notar su mercantilismo, parecen decirnos: “ahora nos tocan los beneficios a nosotros, haz tu cola”. Entienden el poder como un lugar de beneficio propio y nada les es mas ajeno que el bien común, concepto que no entienden.
Los peores mercantilismos son los de aquellos que lo niegan. Ahí están punteros en las encuestas Keiko Fujimori (cuya bancada destroza el legado económico de su padre todos los días) y Rafael López Aliaga (para él que las únicas concesiones del Estado que son buenas son las suyas, desconociendo contratos y propiedad privada). Tal vez porque en ambos el origen de sus patrimonios personales procede del Estado, no tienen ningún problema con un gobierno merca que reparte privilegios para los amigos y gasta lo que no tiene viviendo en déficit fiscal. Sus apoyos políticos no están en el empresario liberal que apostó por competir o morir en un mercado libre mas allá de las fronteras del país. Es el regreso del empresario merca el que los sigue sosteniendo en sus pequeños porcentajes de intención de voto. Limeños, hijos de la prosperidad, que añoran los favorcitos de los ochenta y a los 12 apóstoles (previos a la estatización de la banca) que siempre hace ricos a los escogidos y pobres a todos los demás. Ya lo decía Adam Smith, en “La riqueza de las naciones” en su feroz crítica a los mercantilistas del Reino Unido: en regímenes así solo se beneficia a unos pocos a costa de empobrecer a todos los demás.
Sin embargo, el peor peligro del político merca es su capacidad para el populismo sin límites. El liberal propone un camino de esfuerzo, sacrificio, una ética del trabajo y del logro basada en la igualdad en el mercado. Es decir, un camino muy poco atractivo. El mercantilista te ofrece toda clase de atajos, de ventajas, para obtener el éxito deseado con poco esfuerzo y sacrificio. ¿Quién se va a oponer a que le rebajen el IGV o el impuesto a la renta? ¿Quién va a protestar por subsidios al agua, la electricidad, la salud o la educación? ¿Quién se va a oponer a obra pública que no sirve para nada, a sobrecosto de escandalo si todos tenemos la impresión que la paga otro? Nadie te explica que todos esos atajos se pagan y los pagamos todos.
Nuestra vacuna 1990 contra el mercantilismo (responsable de la hiperinflación y el colapso de todos los servicios públicos con mas del 60% del país en condición de pobreza) se va diluyendo con el tiempo. Han pasado 35 años y una nueva generación no entiende nada de lo que estoy escribiendo. Esa generación de votantes puede caer encandilada por un discurso populista, pero créanme que luego será “el llanto y el crujir de dientes”.
Cuando la derecha es merca, no se diferencia en nada de la izquierda estatista. Ambas abrazan el discurso “nacionalista” que reclama cerrar fronteras, levantar aranceles y “proteger” al local. Sucede en el Perú y sucede en el mundo entero. Son los mismos males. Diferentes colores, pero el mismo gato. Los ratones, somos todos los electores. De ustedes depende dejarse engatusar o apostar por ser libres.

Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.