Profesor visitante en el departamento de economía de la PUCP

El Censo 2025: Radiografía del nuevo Perú , por Javier Herrera

Con el Censo 2025 sabremos si se amplió el bono demográfico con la llegada masiva de ciudadanos venezolanos o si se está reduciendo la diversidad cultural y lingüística del país

Hace casi un siglo, José Carlos Mariátegui, en un artículo titulado “El problema de la estadística” publicado en el semanario Mundial el 1 de enero de 1926, expresaba su profunda indignación por el hecho de que en el Perú no se supiera con exactitud cuántos habitantes tenía el país. En ese momento, el último censo nacional databa del lejano año 1876. Mariátegui argumentaba que “un país que no conoce su demografía tampoco conoce su economía”. No existían estadísticas confiables sobre el trabajo ni sobre la producción industrial. La producción agrícola, por su parte, era registrada de forma parcial y limitada, concentrándose únicamente en unos pocos productos de exportación, sin considerar la vasta y predominante producción familiar. Citando al intelectual Víctor Maúrtua, Mariátegui sostenía que esta ausencia de datos era reflejo de la falta de organización y de organicidad del país. Hubo que esperar 64 años, hasta 1940, para que se realizara el primer censo del siglo XX. En ese intervalo, la población peruana había pasado de 2.7 millones a casi 7 millones de personas. En 1959 se promulgó la Ley Nº 13248, Ley de Censos, que estableció una periodicidad de diez años para los Censos de Población y Vivienda. Desde entonces se realizaron en 1961, 1972, 1981, 1993, 2007 y 2017. En total, entre 1836 y 2017 se han llevado a cabo doce censos de población y siete de vivienda en el Perú.

En este contexto preelectoral, proliferarán los sondeos de opinión que indican qué candidatos lideran las intenciones de voto y cuáles están en riesgo de perder su inscripción partidaria. La cultura estadística ya se ha afianzado en la ciudadanía. Hoy sabemos que no es necesario consultar a toda la población para obtener estimaciones representativas y que pequeñas diferencias en los resultados no siempre son estadísticamente significativas, dado el margen de error. Nada de esto sería posible sin un censo de población reciente, que permite diseñar encuestas fiables, estimar el error estadístico y corregir eventuales sesgos. El censo de población constituye, en muchos sentidos, la base y el pilar de todas las encuestas estadísticas probabilísticas que se realizan.

No puede haber políticas públicas eficaces sin evidencia empírica sólida. Los censos permiten al Estado tomar decisiones informadas en áreas clave como salud, educación, vivienda, infraestructura, transporte y más. ¿Dónde construir nuevas escuelas, centros de salud o ampliar redes de servicios básicos? El censo proporciona datos sobre la calidad de la vivienda y el acceso a agua potable, electricidad, saneamiento y eliminación de residuos. Gracias a ello se puede conocer con precisión la magnitud de las brechas territoriales y las desigualdades sociales aún existentes en distintas regiones del país.

El Censo de 2017 confirmó cambios profundos en el Perú y reveló nuevas tendencias. La urbanización y la creciente concentración poblacional en la costa son fenómenos destacados. En 1940 menos de tres de cada diez peruanos vivía en la costa; hoy lo hacen seis de cada diez. En ese espacio costero, el cambio climático ya está exacerbando el estrés hídrico. Conciliar el acceso al agua para el consumo humano y la agricultura será un desafío enorme. En 2017, el 82.4% de los peruanos vivía en áreas urbanas, frente al 35.4% en 1940. Mientras la sierra continúa perdiendo población, diversas ciudades amazónicas como Iquitos, Pucallpa o Puerto Maldonado crecen aceleradamente.

Otro hallazgo relevante es el envejecimiento de la población. La tasa de fecundidad cayó de 6.9 hijos por mujer en 1965 a solo 1.9 en 2020, por debajo del umbral (2.1) de reemplazo poblacional. Esto, junto con el aumento del peso de los adultos mayores (13% en la actualidad, casi el doble que en 1981), indica que el país se aproxima al fin del bono demográfico. Esta transición demográfica, sumada a la alta informalidad laboral y al bajo nivel de ahorro previsional, plantea un panorama complicado en materia de pensiones, tanto contributivas como no contributivas. También se intensificará la demanda por servicios de salud y por la llamada economía del cuidado.

Entre 2017 y 2025 ocurrieron eventos de gran impacto: la pandemia del COVID-19, la migración venezolana, el auge de la minería informal. ¿Cómo afectó el COVID-19 a la esperanza de vida? ¿Amplió el bono demográfico la llegada masiva de ciudadanos venezolanos? ¿Siguen creciendo los hogares unipersonales? ¿Se está reduciendo la diversidad cultural y lingüística del país? Estas y muchas otras interrogantes podrán empezar a responderse con el nuevo Censo 2025.

Novedades del Censo 2025

El Censo 2025, que se inicia el 4 de agosto, será una radiografía en altísima resolución del país. Las novedades están en los procedimientos antes que en las preguntas contenidas en la cédula censal. Esta vez el INEI ha optado por un censo de derecho (se censan los residentes habituales del hogar, estén presentes o no), en lugar del censo de hecho realizado en 2017. Además, el operativo se extenderá de agosto a octubre, evitando paralizar el país todo un día. Otra novedad importante es que los 700 mil voluntarios serán reemplazados por 40 mil personas con estudios superiores, especialmente capacitadas.

La seguridad será prioritaria. Todos los censistas (ninguno con antecedentes penales) estarán debidamente identificados con fotocheck y código QR que podrá verificarse en el portal del INEI. Los datos personales estarán protegidos por ley: no se podrán usar con fines tributarios, policiales ni judiciales. La información será recolectada en tabletas y transmitida encriptadamente a la nube. En caso de pérdida o robo, el INEI podrá borrar remotamente los datos del dispositivo sin afectar lo ya enviado. Como no se exige que todos estén presentes, bastará con que el jefe, cónyuge o la persona mejor informada del hogar responda al censista. Esta deberá conocer datos sobre sexo, edad, lugar de nacimiento, lengua materna, nivel educativo, ocupación, migración y autoidentificación étnica de todos los miembros. Se recomienda que esa persona se familiarice revisando previamente la cédula censal —disponible en la web del INEI (*)— y que consulte a los demás miembros del hogar sobre su identidad étnica. Así se reflejará mejor la diversidad cultural del país. Este censo será clave no solo para actualizar cifras, sino para comprender en profundidad las dinámicas demográficas, sociales y territoriales que configuran el Perú contemporáneo. Participar con responsabilidad y brindar información precisa será, más que un deber cívico, un acto de compromiso con el futuro del país.

El Censo 2025 es una herramienta vital para construir un Perú más justo, equitativo y preparado para los desafíos del siglo XXI. Este censo no solo representa un compromiso institucional, sino también una responsabilidad compartida entre el Estado y la ciudadanía. Contar con datos certeros, completos y actualizados será fundamental para tomar mejores decisiones públicas, diseñar políticas focalizadas y reducir brechas históricas. El éxito del censo dependerá también de nuestra disposición como ciudadanos a participar activamente y con transparencia. Un país que se conoce a sí mismo es un país que puede enfrentar sus desafíos y construir un desarrollo inclusivo sin dejar a nadie atrás.