Exrector de la Universidad Nacional de Ingeniería - UNI
Más de 9,000 niñas menores de 12 años han sido víctimas de violencia sexual en los últimos siete años en el Perú, según cifras oficiales del INEI. No es una cifra, es una tragedia nacional. Una herida abierta que sigue creciendo ante la inacción de los gobiernos, la impunidad del sistema judicial y el abandono del Estado. Estas niñas —en su mayoría pobres, muchas de zonas rurales, violadas y condenadas a embarazos forzados— no han sido protegidas ni escuchadas. Se las ha condenado dos veces: primero por el agresor, luego por el sistema, por ese Estado indiferente.
Cuando una niña denuncia, si es que se atreve y tiene el soporte o apoyo familiar, la respuesta suele ser la revictimización, el silencio o la burocracia.
Esta violencia no nace de la nada. Se sostiene en una cultura machista, en la tolerancia social a la violencia contra las mujeres —una de cada tres personas aún cree que una mujer debe obedecer a su pareja “aunque no tenga razón”— y en la falta de políticas públicas que pongan la dignidad de la niñez en el centro. ¿Cómo puede prosperar una nación que no protege a sus niñas?
Debemos encontrar salidas claras para atender a nuestras niñas y prevenir el abuso sexual:
Este no es un tema de mujeres. Es un tema de justicia. De humanidad. De futuro. Porque un país donde una niña puede ser violada y obligada a convivir con su agresor es un país que ha perdido el alma.
Trabajemos juntos en lo que nos une: la protección a nuestras niñas. Ni una niña más condenada al silencio. Ni un agresor más con libertad. Y nunca más un Estado que mire hacia otro lado.
Es hora de cambiar la historia. Por ellas. Por el Perú.