El conflicto entre el renunciante Hernando de Soto y el presidente del partido Progresemos, Paul Jaimes, además de dejar algunas frases anecdóticas y algunos perritos mareados por las cámaras, ilustra bien lo que son hoy los partidos políticos peruanos y sus dirigencias: empresas individuales de responsabilidad limitada o, si se quiere ser más duro, una farsa. ¿Colectividad de principios? Sin colectividad y principios como los de Groucho Marx, no hay partido posible.
Un hombre (casi siempre) se mira al espejo en la mañana y sintiéndose divino piensa: “yo puedo ser presidente”. Y así, ungido por si mismo, se autoconvence de qué si por ahí pasaron Castillo o Boluarte, ¿por qué no?, ¿Qué tendrán esos que él no tenga? Ensaya un discurso y las palabras fluyen libres y potentes. Llama a sus mas cercanos y les declama. Logra convencerlos. Sin embargo, le faltan algunos detalles. Por ejemplo, un partido político. Nuestro hombre tiene tres opciones: milita en uno desde hace mucho; tiene el tiempo y los recursos para armar uno desde cero o; lo más probable, necesita alquilar o, mucho mejor, comprárselo entero.
Al otro lado del cerro, un emprendedor ve su oportunidad. Si junta a 25,000 afiliados puede crear algo llamado partido político que resulta ser el único vehículo para llegar al poder. ¿Para que quiere llegar al poder? Básicamente, para sacarle provecho en términos muy concretos: clientela laboral, acceso a la contratación pública, colocar elegidos, todo bajo el paraguas de una persona jurídica que, en el Perú, gracias al cariño inmerecido de nuestros actuales congresistas, está exonerada de toda responsabilidad penal. Pero, si la cosa apura, para sacarle provecho económico, alquilándolo por una campaña o vendiéndolo llave en mano.
¿Cómo conseguir los 25,000 militantes? Un camino es la firma falsa y esperar dos años a que prescriba toda impugnación. El otro es la prebenda (desde la pelotita de plástico hasta el kilo de arroz); y uno más es la oferta de cupos en las listas y en las oficinas públicas que el partido llenará. Si se trata de firmar y no te vuelvo a ver en mucho tiempo, nada que perder para el firmante salvo la oportunidad de ir en otra combi con mejor destino. Un mix de las tres anteriores es lo más común, pero digamos que el esfuerzo está y cuesta.
Siendo realistas, todo emprendedor sabe que la calle está dura y que, la famosa valla de 5% te puede dejar, después de una larga inversión, sin soga ni cabra. Más aún si el emprendimiento no tiene un líder conocido que algo de voto arrastre para salvar la famosa valla. Entonces, ¿Qué hacer? Si te pones codicioso terminas como el monito que mete la palma de la mano en la rendija de un árbol para coger un puñado de nueces. Si mantiene su mano en puño lleno, ya no la puede sacar. Si quiere su mano, tiene que soltar las nueces. No puedes todo, ¿verdad?
¿Qué pasó entre De Soto y Jaimes? Uno pensó que estaba comprando la casa entera y probablemente no quiso pagar el precio. El mismo De Soto confesó que habló con 10 partidos antes, lo que prueba que, oferta, hay. El problema es establecer el precio. 100% de la lista parece ser un precio alto a cambio de salvar una inscripción. Jaimes, bastante informal, usó hábilmente a De Soto, en teoría el rey de los informales, para hacerse conocido y lo madrugó. Quedo claro que, siendo el dueño de la franquicia, solo entran los que negocian con él. De Soto no pudo repetir el número que montó el 2021 con Avanza País que nos dejó el legado de una bancada sin partido.
¿Es este caso único? No. Es la norma. Mirando los 43 partidos con inscripción, ¿Cómo los podemos agrupar? El Apra, PPC y Acción Popular son los partidos cuyos escombros ocupan un conjunto de viejos inquilinos que viven peleando entre ellos, mientras que la casa, que tuvo sus días de gloria, se cae a pedazos. Luego tienes los partidos familia donde lo que pesa es el apellido y el espacio que hoy ocupan en el Congreso (y en el pacto de gobierno): Los Fujimori, los Acuña, los Cerrón, los Luna. Las familias y sus allegados más cercanos controlan todo. En muchos casos, la dirigencia real solo se cuenta con los dedos de la mano.
Hay también los partidos herencia. Renovación Popular es heredado por López Aliaga del partido Solidaridad Nacional de Castañeda Lossio. Hizo una buena inversión. Le cambio el color, el logo, botó a Luna (que hizo su propia franquicia) y se quedó con todo. En el caso de Juntos por el Perú, pasa lo mismo. Es una herencia del Partido Humanista (que cedió la inscripción para luego retirarse) y hoy es de propiedad de Roberto Sánchez. Lo que queda del Partido Morado es lo que dejó de herencia Julio Guzmán el 2021: una bancada que no pudo tener ni a tres unidos. De Somos Perú podemos aprender por qué es importante llevar a un candidato popular cuando ya no existías a nivel nacional. Es claro que funciona.
En teoría, en la gestión de los partidos, tal como se afirma en sus estatutos, debe representarse a una colectividad. Pero, nada es más falso. El que controla la presidencia, la secretaria general y al personero legal (el que inscribe a los candidatos) es el dueño de la casa. Si además tiene unos 10 leales en una supuesta comisión política, maneja la franquicia como quiere. A veces, a esas alturas del negocio puede haber dos propietarios que ofrecen la misma franquicia a dos “presidenciables” distintos que corren a inscribirse como militantes antes de que se venza el plazo, solo para encontrar que están en una puja de quien da más. Negocios, son negocios.
Por todo esto, que no lo engañen. No hay nada parecido a 43 partidos políticos en el Perú. Hay 43 propietarios interesados en una lotería que aspiran a ganar y van evaluando sus posibilidades de recuperar la inversión en el boleto. Pueden ir vendiéndolo ahora o aguantado para probar suerte en el último minuto.
¿Qué pasó con ese hombre que se miraba al espejo? Tarde o temprano la inevitable realidad lo alcanza. Tienes que entregar algo a cambio: mucho dinero, mucho poder o mucho carisma. Si no lo tienes o no quieres entregar ninguna de las tres, sigue contemplándote y que ese goce te sea suficiente.
Nació en Lima el 29 de Agosto de 1963. Obtuvo su título de Abogada en laPUCP. Es Master en Jurisprudencia Comparada por laUniversidad de Texasen Austin. También ha seguido cursos en la Facultad de Humanidades, Lengua y Literatura de laPUCP. Einsenhower Fellowship y Premio Jerusalem en el 2001. Trabajó como abogada de 1990 a 1999 realizando su especialización en políticas públicas y reforma del Estado siendo consultora delBIDy delGrupo Apoyoentre otros encargos. Desde 1999 se dedica al periodismo. Ha trabajado enradio, canales de cable, ytelevisiónde señal abierta en diversos programas de corte político. Ha sido columnista semanal en varios diarios.