Socióloga, con un máster en Gestión Pública, investigadora asociada de desco, activista feminista, ecologista y mamá.

Ficciones políticas, por Marisa Glave


La política peruana logra superar hasta a las peores elucubraciones distópicas. Ni la ficción más escabrosa y enrevesada incluiría elementos que se tornan cotidianos en nuestro quehacer político nacional. Esto pasa, en parte, porque estamos cada vez más acostumbrados a que la falsedad sea moneda de uso regular entre los principales representantes políticos nacionales. 

Esta semana se ha puesto en evidencia algo que intuíamos, al menos 32 de los 43 partidos políticos que participarán en las próximas elecciones generales del 2026 presentaron fichas de militantes con firmas falsas. No parece novedad, desde finales de los años 90 nos acompañan escándalos de falsificación de firmas para lograr inscripciones de partidos políticos ¿por qué tendría que haber cambiado? 

La práctica salió a la luz con la fábrica de firmas de Perú 2000, vehículo electoral de Fujimori para su re-re-elección de interpretación auténtica, pero lejos de ser una excepción, la práctica de falsificación acompañó al sistema electoral de manera sostenida durante la democracia post Fujimori. Yo misma figuraba el 2018 como parte de las personas que habrían firmado los planillones que presentó Podemos Perú (PP) para su inscripción, cuando nunca lo hice, mi firma fue falsificada. En esa misma situación estaban figuras bastante más públicas como Paolo Guerrero y Gastón Acurio. Para esa inscripción el partido PP presentó planillones con más de un millón de firmas. 

Cuando la Comisión Tuesta presentó su propuesta de reforma política incluyó entre sus medidas el cambio de los requisitos para participar electoralmente. Propusieron abandonar la presentación de cientos de miles de firmas (más de un millón en muchos casos) para lograr una inscripción, pues claramente el mecanismo no garantizaba ningún tipo de legitimidad real o apoyo sustancial de la ciudadanía a la organización que presentaba los padrones. Más que garantizar partidos sólidos con apoyo popular, lo que se había logrado eran maquinarias de recojo de firmas y, en muchos, de falsificación. En el mejor de los casos lo que probaban esos planillones era la existencia de una logística efectiva y no de un cuerpo político organizado imbricado en la sociedad. 

La propuesta, que finalmente adoptó el congreso, era cambiar los planillones con apoyo externo, por la presentación de fichas de militantes. Más que un millón de firmas de apoyo, los partidos necesitan presentar 25 mil integrantes. Este cambio no es menor y es importante dejarlo claro pues seguimos hablando de firmas falsas, pero la implicación es muy diferente.  

Una cosa es que usen tu firma para decir que das apoyo a un partido para que se inscriba, lo que ya está mal, y otra cosa, bastante más grave, es que la usen para incorporarte a esa organización sin tu consentimiento. Quienes hayan militado alguna vez, no necesariamente en una organización partidaria, puede ser un gremio estudiantil, una asociación civil, una barra, una organización social o una colectiva feminista, sabrán que la participación pública dentro de una de estas organizaciones es un elemento de identidad. Define en parte quien eres y tu nivel de compromiso. 

La falsedad en el registro de militantes puede acarrear además consecuencias para quienes no lo han hecho voluntariamente. Por ejemplo, no puedes postular a algunos trabajos pues se exige explícitamente que no formes parte de ninguna organización partidaria. Para algunos puestos se exige que las personas no hayan sido militantes al menos en los últimos 5 años. Por eso la mera desafiliación – por más que ahora ya no se cobra por el procedimiento – una vez descubierta la inscripción contra la voluntad de la persona, no resuelve plenamente el problema ni elimina posibles contratiempos futuros. 

RENIEC sostiene que ha enviado al JNE más de 100 reportes con observaciones de alrededor de 300 mil firmas que podrían ser falsas en fichas de 32 de los partidos hoy inscritos y por tanto no ha permitido la inscripción de estas personas como militantes. Pero hay miles que sí llegaron a ser inscritos, ya sea porque la falsificación fue de mejor calidad o porque quien se encargó del cotejo lo hizo con menor prolijidad ¿cuántas son estas personas? No lo sabemos y lo peor es que es poco probable que lleguemos a saberlo.

Pensémoslo un instante, en teoría, según las reglas vigentes, los 43 partidos hoy inscritos deben tener por lo menos 25 mil militantes cada uno. Por lo menos un millón de peruanas y peruanos serían activos miembros de organizaciones políticas, algo difícil de creer en el Perú de hoy. 

Soluciones procedimentales a problemas sociales 

La reforma política aprobada fue incompleta de arranque y luego ha sido mutilada. Mecanismos que debían controlar en parte la puerta de acceso a la contienda electoral, como las famosas primarias abiertas, quedaron eliminados. Pero vista la adaptación de la fábrica de firmas de planillones a la de fichas de militantes, creo que queda cada vez más claro que el problema que tenemos entre manos no se resuelve con un mejor diseño de política electoral. 

No quiero decir que los procedimientos que escojamos no importen, claro que sí son centrales. De hecho, creo que la decisión del Congreso de volver nuevamente al requisito de planillones con millones de firmas para lograr la inscripción de partidos nos condena a la falsedad genérica. Pero los procedimientos no son suficientes para abordar la magnitud del fenómeno al que nos enfrentamos. 

El deterioro moral, además del institucional, por el que atravesamos como sociedad requiere de la acción organizada de la ciudadanía, consciente de su rol y de su responsabilidad para enfrentar la sucesión de crisis que vivimos. Está claro que las élites políticas y quienes aspiran a serlo, son parte del deterioro. Rompamos con la ficción que la política ha impuesto y recuperemos nuestro derecho al autogobierno.   

Marisa Glave

Desde la raíz

Socióloga, con un máster en Gestión Pública, investigadora asociada de desco, activista feminista, ecologista y mamá.