Por Diana Miloslavich Tupac, Feminista y exministra del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP)
Todas las mujeres, independientemente de nuestra ideología, clase, edad, identidad, discapacidad, origen étnico o situación social —afrodescendientes, indígenas, campesinas, trabajadoras, estudiantes, integrantes de la comunidad LGTBIQ+, migrantes— hemos enfrentado violencias de género, sexismo y racismo a lo largo de nuestras vidas y seguimos expuestas a estas agresiones.
Por ello, una de las principales luchas de las mujeres y los movimientos feministas es combatir las estructuras fundamentales que perpetúan la violencia contra nosotras. En los últimos 50 años, las legislaciones, convenciones, políticas, programas y servicios no han logrado erradicar esta “pandemia en la sombra”, visibilizada aún más durante la crisis del COVID-19. Estas violencias persisten y, en muchos casos, se han agudizado.
ONU Mujeres recoge cifras que nos interpelan: 1 de cada 3 mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual a manos de su pareja. Menos del 10% de las mujeres o niñas que experimentan violencia denuncia los hechos, y menos del 40% busca apoyo en familiares o amistades. Cada hora, 5 mujeres o niñas son asesinadas en el planeta.
A estas formas de violencia se suman nuevas expresiones, como las violencias digitales: troleo, difusión de imágenes dañinas, amenazas y discursos de odio que cruzan fronteras, expandiéndose a una velocidad y escala inimaginables. El 60% de las usuarias de internet ha sido agredida, y el 73% de las periodistas ha enfrentado ataques en línea.
Hemos comenzado a desequilibrar el sistema patriarcal que nos mantenía en silencio, desmoralizadas y subordinadas. Sin embargo, en este reino de abuso, delito, crimen, feminicidio e impunidad, no queremos ni podemos seguir viviendo.
A pesar de ser la mitad de la población mundial, seguimos siendo tratadas como un grupo minorizado. Las mujeres continuamos trabajando para que las demandas de género sean centrales en los ámbitos políticos, económicos, sociales y culturales, con el objetivo de construir un futuro digno para la humanidad, donde la mitad de la población viva libre de todas las formas de violencia.
Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el objetivo común de rehabilitar la esperanza en la construcción del país. Se comprometen y convocan a un diálogo abierto, y a tejer lazos para contribuir a un proyecto democrático que impidan que el autoritarismo y la corrupción se apoderen de las instituciones.