Ajustando el gabinete, por Hernán Chaparro

Pero en este gobierno no va a ocurrir ni eso. Como ya se ha señalado, durante la gestión de Dina Boluarte se han puesto el fajín 57 ministros, donde casi la mitad de los cambios han sido en las carteras de Interior, Educación, Trabajo, Justicia y Salud

Si bien la salida del gabinete del ministro de Relaciones Exteriores ha llamado la atención, hacía mucho tiempo que no se veía que uno de los aspectos más significativos de un cambio de ministros no sea la noticia de quienes se van, sino de quienes se quedan.

Hace varias semanas que circulaba el rumor de un cambio en las carteras ministeriales. En todos los gobiernos un relevo de ministros es un recurso cuando se desea mejorar los niveles de respaldo político de la ciudadanía o cuando se busca responder a una crisis. Casi siempre, lo que ocurre es que los niveles de aprobación presidencial mejoran durante unos pocos meses para luego volver a los niveles previos al cambio. Pueden revisar las encuestas antes y después de diversas decisiones similares y verán que han sido muy pocas las ocasiones en que se dio un cambio significativo en la tendencia de opinión del público.

Pero en este gobierno no va a ocurrir ni eso. Como ya se ha señalado, durante la gestión de Dina Boluarte se han puesto el fajín 57 ministros, donde casi la mitad de los cambios han sido en las carteras de Interior, Educación, Trabajo, Justicia y Salud. Ni por sectores ni en términos de evaluación general se ha visto mejoras en los niveles de aprobación del Ejecutivo. Por el contrario, en más de una ocasión, los encargados de estas carteras han generado polémica a punta de dislates o mala gestión, por decir lo menos.

La principal preocupación ciudadana, en el corto plazo, está vinculada a temas de seguridad, generación de empleo y mejora en servicios de salud y educación. En regiones del interior están las demandas con relación a conflictos vinculados a temas de inversión minera y medio ambiente, además de los pedidos de justicia por las muertes ocurridas en las movilizaciones de fines del 2022 e inicios del 2023. No menos importante, también están los debates más especializados sobre la gestión del déficit fiscal y el futuro de Petroperú donde el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) tiene una gran responsabilidad. Un conjunto de sectores donde los ministros vinculados a estos temas han sido criticados muchas veces por su mala gestión, por declaraciones que revelan una gran falta de liderazgo y de conciencia de la responsabilidad que han asumido o, como es el caso del ministro del Interior, por acciones que llevan a sospechar que se está encubriendo actos delictivos. Si bien quedan muchas preguntas sobre el futuro del encargado del MEF y los problemas en su sector, con este acto, todos ellos han recibido el respaldo de la presidenta Boluarte.

Pero hay algunos ministros que tienen encargos que están más vinculados a la agenda personal de la presidenta y de su hermano. Después del deliberado abrazo en público al ministro del Interior, no queda duda alguna de que la mandataria respalda todo lo que el señor hace y deja de hacer. Desde su desempeño como viceministro, Santiváñez se aseguró de ser útil a una gobernante necesitada de cobertura y protección frente a las investigaciones que la rodean a los Boluarte. Para la mandataria, eso es más importante que el 95% de rechazo ciudadano o de la preocupación por el impacto de las luchas y asesinatos vinculados a las diversas bandas que ocupan los titulares. Nadie se cree el cuento de los operativos policiales contra delincuentes cuando buena parte de la acción delictiva continúa y, muy probablemente, tiene apoyo desde las redes de corrupción que están dentro del sector. Ninguna novedad, salvo que la impunidad avanza. La misión del ministro es otra.

Con relación al ministro de Educación, basta ver el último acto público donde la presidenta corre y abraza (una vez más) a un grupo de colegiales que la aplauden y le dan vivas. La presidenta sonríe muy alegre, “qué buen ministro tengo” dirá y quién sabe se crea, por unos milisegundos, la idea de que es una presidenta con gran respaldo popular. La escena podría ser solo parte de los múltiples actos donde un presidente busca ganar apoyo, pero revela bien el rol que parece seguir jugando Quero, aunque ahora tenga la responsabilidad del sector educación. Fue asesor de Boluarte en el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) así como jefe del Gabinete Técnico del Despacho Presidencial donde tenía una importante función con relación al manejo de la imagen de palacio. Todo lo que ha hecho o dicho no convence a nadie, salvo a la presidenta. Esa parece ser su gran habilidad.

La salida de Javier González-Olaechea sorprendió a muchos, en parte por la cercanía del evento vinculado al foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y todas las gestiones que al respecto había desarrollado (los preparativos en China y Estados Unidos) si no que también era voceado como un eventual reemplazo del presidente del Consejo de Ministros. La explicación parece tener varios condimentos. Uno de ellos podría visualizarse a partir dos intervenciones dadas estos días. La primera, del prófugo Vladimir Cerrón que escribió en X: “La salida del facho canciller, Javier González-Olaechea, es el único cambio significativo del Gabinete. Esperemos que la nueva gestión reaperture relaciones diplomáticas con México, Venezuela, Bolivia, Corea del Norte y RASD”. Considerado las denuncias periodísticas sobre el uso del llamado “cofre” presidencial para ayudar a Cerrón, esto podría indicar que la presidenta tiene acá compromisos. Lo otro, la diferente actitud del nuevo canciller sobre la situación en Venezuela: “… firme, demócrata y a favor de que los problemas de Venezuela sean resueltos por los venezolanos”. Tampoco como para restablecer relaciones, pero bajando la intensidad en ese ministerio.

Adrianzén estará tomando aire luego del susto. Este es un gabinete que se ajusta a las necesidades de la presidenta y familia, antes que a las del país.

Hernán Chaparro

La otra orilla

Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.