En el 2019, cuando presentaba mis documentos para trabajar por primera vez en el Congreso, la Oficina de Recursos Humanos me preguntó: “Joven, con el CV que tiene, ¿por qué viene a trabajar a la institución más desprestigiada del país?”. Respondí “para cambiarla desde adentro”.
En el 2024, cinco años después, me encuentro en un tortuoso proceso disciplinario por no ser cómplice del daño que le viene haciendo una mayoría parlamentaria al país. He denunciado, desde adentro, todos los atropellos contra la democracia, lo cual no solo forma parte de mi trabajo, sino también es un deber constitucional.
Luego de 10 meses, la Comisión Disciplinaria del Departamento de Recursos Humanos, la misma que aprobó ilegalmente la pensión vitalicia a Fujimori, ha recomendado que se me suspenda por alertar, vía X, sobre las “acciones temerarias” de una mayoría congresal contra la educación, y la democracia; en especial, por los actos contra la JNJ.
En el proceso no acusaron recibo de mis descargos; suspendieron la audiencia en dos oportunidades (mientras yo esperaba en la sala); incumplieron los 15 días para hacer las indagaciones (se tomaron más de cuatro meses); no han fundamentado por qué me quieren sancionar y solo repiten el cliché “se ha afectado la imagen y dignidad parlamentaria”. ¿Quiénes son realmente los que pisotean dicha dignidad?
Lo más paradójico es que la supuesta falta grave tiene como base unos tuits de hace un año que anticipaban lo que semanas atrás ha sentenciado el Poder Judicial; es decir, que los actos parlamentarios contra los miembros de la JNJ fueron “arbitrarios e inconstitucionales”. En definitiva, lo que en su momento alerté, hoy no son opiniones sino hechos constatados judicialmente.
¿Cuál es el siguiente paso? Que la jefa de RRHH en los próximos días tome una decisión final, pudiéndose acoger al informe de suspensión, archivar el caso o despedirme.
Denuncio esto no para mantener un trabajo, si fuera por eso me quedaría callado y siendo cómplice de la destrucción del Congreso. Busco enfrentarme al abuso, levantar mi voz ante la injusticia y que no espanten más a los jóvenes competentes y honestos del sector público.
Francisco de Quevedo dijo que “donde hay poca justicia, es un peligro tener razón”. Pero si nos quedamos callados y seguimos con este tipo de persecuciones, estaremos encaminados a ser la próxima Venezuela.