Puede que no sean muchos los que salgan a la calle a protestar, pero todos (o casi todos) iremos a votar. En otros artículos hemos descrito las características más importantes de algunos segmentos que, a nuestro juicio, serán relevantes para definir los resultados de la primera vuelta electoral en las próximas elecciones.
Hablamos primero de las amas de casas, uno de los sectores más desconfiados y descreídos de las promesas políticas, muy centradas en la lucha que demanda las urgencias del día a día. Abordamos luego a quienes son el 50% del electorado, los jóvenes entre 18 y 39 años, conectados con la política, si lo están, desde el rechazo y la bronca con la oferta establecida. Para ellos, cambiar es un verbo que se conjuga siempre.
Otra forma de acercarse al futuro votante es analizando lo que ocurre en las regiones. Acá algunas pinceladas. Cada vez que se piensa en procesos electorales hay que recordar que entre Lima metropolitana (Lima y Callao), la macrozona sur y la macrozona norte se tiene casi al 80% del electorado. Vale la pena resaltar que, de ese 20% de votantes concentrados en el sur del país, buena parte de ellos vive en la sierra, por lo que el voto del sur es, en su mayoría, el voto del sur andino. Al lado opuesto tenemos casi una cuarta parte del electorado que está ubicado en el norte del país. Pero en este caso, la gran mayoría está concentrada en ciudades de costa, por lo que al hablar del votante del norte hay que pensar en un votante donde la población de la costa norte es significativa.
Los estilos de vida y valores de una y otra macrozona tienen sus propias particularidades. Desde GfK, en el 2012 y el 2017 desarrollamos estudios sobre valores en la población a nivel nacional y en ambos el patrón que predominaba en la macrozona sur era una combinación de valores tradicionales y austeridad donde la vida comunitaria tienen un rol preponderante. La cultura del trabajo esforzado y arduo era lo central. En el norte primaba lo que denominamos un estilo más hedónico. Una mayor valoración de la experiencia inmediata, la tendencia a mostrarse y a expresar más en público, con valores más individualistas. No hay una relación directa entre geografía, cultura y patrón de votación, ni son las únicas variables en juego; pero los resultados electorales del 2001 a la fecha muestran diferencias entre los dos ámbitos que permiten suponer que algún rol tienen estos elementos. Por lo menos son aspectos que se podrían tomar en cuenta al momento de organizar las estrategias de comunicación por parte de los candidatos.
Hasta los noventa aproximadamente, cuando se hablaba de movimientos sociales, lo que acontecía en Lima tenía gran impacto y marcaba la agenda política nacional. En la capital se concentraban tres tipos de organización donde la actividad de la sociedad civil se manifestaba constantemente a la vez que se articulaba con diversos grupos políticos. Estos eran el movimiento sindical, el universitario y el barrial. Desde los noventa a la fecha, por diversos motivos, estos se fueron debilitando y espaciando. Con el paso del tiempo, los movimientos se han ido vinculando, cada vez más, a la protesta en las regiones donde la actividad minera choca con intereses de las comunidades circundantes y/o con la actividad agrícola, en particular en el sur. Esta situación se ha ido complejizando con el crecimiento de la minería ilegal, y será un tema sobre el cual todos los candidatos tendrán que pronunciarse. Ahora se añaden los reclamos de justicia por las muertes ocurridas al inicio del Gobierno de Dina Boluarte que han llevado a movilizaciones que en la capital no habrán tenido el impacto deseado, pero que han ido cincelando una identidad regional, en particular en el sur, que seguramente se hará sentir.
En Lima hay pobreza, los comedores populares, por ejemplo, siguen siendo una necesidad para muchos, pero la capital es la región donde el sector medio (el nivel socioeconómico C) es el más grande. Casi el 50% de la población electoral limeña se ubica en este segmento. Solo un 5% de la misma pertenece al nivel socioeconómico E versus el 33% que representa este sector a nivel nacional. Casi todos los 9 millones de votantes del segmento E, a nivel nacional, viven en alguna región del país que no es Lima. La inseguridad ciudadana, junto con la corrupción, son vistos como grandes problemas, pero esto se da más en la capital y en el norte del Perú. En las otras regiones, al menos en términos de lo que se espera del Estado, las carencias en salud y educación son una queja y demanda constante. Sin tomar en cuenta Lima, casi dos tercios del país se ubica en los segmentos D y E y ahí tener algo más de dinero en el bolsillo nunca ha sido la solución a todas sus demandas. El crecimiento económico con mejora de servicios estatales es vital para estos sectores porque dependen, en una gran proporción, de los servicios de salud y educación que el estado brinda. Basta ver la actual carencia de medicamentos (que no es de ahora) o los problemas de abuso sexual en la Amazonía que acumula denuncias de hace 14 años. ¿Qué propondrán los candidatos, que sea creíble, sobre estos temas?
Pero sería un error idealizar al electorado del interior. Junto con las justas demandas señaladas también hay que recordar que, en un entorno donde el empleo es un problema, se convive con lógicas de clientelismo (no confundir con populismo), que la economía ilegal ubicada en estas zonas financia candidatos y que en diversas regiones se terminó eligiendo o reeligiendo gobernadores corruptos que ofrecieron robar, pero hacer obras o “dar chamba”.
La agenda en las regiones es compleja, diversa e intensa. Si se puede resumir diría que es de justicia y dignidad. Lima solo se da cuenta cuando llegan las elecciones y se activan los fantasmas de siempre.
Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.