Celebrar el Día del Maestro, además de espacios institucionales de reconocimiento y gratitud, es una oportunidad para recordar cómo una persona puede cambiar tu vida.
Recordaba a algunos de los maestros que pasaron por la mía, la Miss Gloria en mis primeros años, su sonrisa y disciplina; el profesor Jorge que nos preparaba para estudiar solas y medirnos contra nosotras mismas; la Dra. Mauchi, maestra de lengua, firme, justa, consecuente; el Dr. Zanabria, maestro de maestros.
Cada uno marcó mi vida, como seguramente en la tuya habrá maestros e historias que te harán sonreír y sentir gratitud.
Sin embargo, estamos en un momento en el cual la docencia ha sido muy golpeada por malos ejemplos y pésimas decisiones políticas, olvidando que no hay manera de formar sin ser ejemplo.
Los últimos años, profesores que no pasaron los exámenes regresaron por la puerta falsa a enseñar, la calidad educativa se dejó de lado por intereses económicos, se entregan premios de reconocimiento académico a personas que plagiaron sus tesis, autoridades nacionales acceden a cargos con tesis plagiadas como si el robo intelectual no importara, perdiendo el respeto, la legitimidad, la autoridad.
El maestro que nos inspiró debe representar el estímulo que nos permita detenernos y ser conscientes de que debemos comportarnos a la altura y honrar con nuestra conducta a quienes dieron su vida para formarnos y hacer de nosotros mejores personas, reclamar y trabajar para recuperar el sentido de la meritocracia, la docencia, la responsabilidad de cambiar generaciones.
Los países cambian en sus aulas, cambian con el impulso del verdadero maestro, el que puede enseñarte a pensar en libertad, a encontrar tu propósito, deconstruirte, inspirarte.
Feliz día a esos maestros y gracias.