El tratado de Viena y otros acuerdos internacionales que establecen la soberanía en las embajadas se han quebrado en Ecuador, al haberse invadido la sede diplomática mexicana sin respetar la vigencia de esta protección.
El exvicepresidente Jorge Glas, quien permaneció en prisión desde el 2017 hasta el 2022, comprometido en procesos de corrupción ligados a Odebrecht durante el gobierno de Rafael Correa, desde diciembre del año pasado logró mantenerse dentro de la embajada mexicana en Quito, a la espera de un salvoconducto que le autorizaría a salir de su refugio y viajar hacia México.
El Gobierno de Manuel López Obrador ya le había concedido el asilo político y el salvoconducto estaba en trámite cuando un asalto efectuado por la tropa ecuatoriana lo sacó de la Embajada de México y lo trasladó a una cárcel de máxima seguridad.
En el operativo se forzó la entrada, se golpeó al personal del servicio consular mexicano y se dejaron de lado todos los protocolos entre dos naciones con relaciones diplomáticas consideradas normales.
La presencia de Glas en la sede mexicana ya había provocado algunos impases entre ambos países. En su alocución diaria, el presidente López Obrador tuvo algunas frases descalificadoras contra el presidente Noboa. Ahora, con la violación del espacio mexicano en suelo ecuatoriano, la crisis ha escalado un peldaño más.
Ecuador ha defendido su accionar señalando que no podían permitir la impunidad de Glas; sin embargo, organizaciones como la OEA y la mayoría de países han hecho oír su voz unánime de protesta por la violación del territorio mexicano en Ecuador y por que no se haya respetado el derecho al asilo, que es una tradición, en el caso de México, de larga data.
Se trata de un momento complicado para la diplomacia y la integración latinoamericanas. Un punto en el que deben primar los principios y deponerse las medidas de fuerza. Como país democrático, nos corresponde alentar el diálogo, dejando bien en claro nuestro respeto a la soberanía nacional y a la de otros países del continente.
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