En definición, las Fuerzas Armadas en el Perú no son deliberantes. No respaldan Gobiernos, no dan apoyo institucional a ningún régimen y se deben mantener al margen de cualquier contexto altamente politizado como el actual. Este es un aprendizaje que les costó mucho tiempo y esfuerzo y que se hizo específicamente necesario al concluir el segundo mandato de Fujimori, y al pretender quedarse para un tercer período.
La imagen de la institución militar quedó gravemente dañada por las actas de sujeción suscritas a pedido del asesor Vladimiro Montesinos y por la alta politización que se vivió en su interior en ese período. La descomposición vino de la mano de la corrupción y fue un grave pasivo que debió ser remediado con pases al retiro masivos y con medidas disciplinarias para sancionar los casos más evidentes de alineación política con el fujimorismo durante la recuperación democrática.
Es necesario señalarle al ministro de Defensa, Walter Astudillo, que la figura constitucional de las Fuerzas Armadas responde al respeto del orden democrático y a la protección del territorio nacional. No existe ninguna conspiración, ni nacional ni internacional, contra el poder político y mucho menos una conjura mediática que amenace la estabilidad del país. Se trata de la expresión ciudadana que interpela a su máxima autoridad por signos exteriores de riqueza que deben explicarse con datos precisos: boletas, vouchers de compra y declaraciones juradas sobre fecha de la adquisición y la fuente de dinero.
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No son cargos que se hayan inventado. Las fotografías oficiales y recientes que muestran las joyas que se han lucido en diferentes actividades dentro y fuera del país, existen y son verificables gracias a los registros que ha colgado la propia Presidencia de la República en sus archivos, que son fuente abierta y pública. Demás está victimizarse o querer atribuir a terceros lo que es un caso particular que tiene mucho que ver con la renuencia a dar explicaciones. El rol de las Fuerzas Armadas no tiene nada que ver con defensas individuales y mucho menos con este tipo de demostración de adhesión en momentos en los que se está investigando fiscalmente a la mandataria.
La exhibición de la presidenta Boluarte rodeada de militares el último domingo, en Palacio de Gobierno, ha querido transmitir un mensaje de fuerza impropio en una democracia. Por el contrario, quien no la debe, no la teme, y la exhibición de este tipo de poder solo puede leerse como miedo y falta de transparencia.
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