Antauro Humala logró que el JNE inscriba a ANTAURO, el partido por el que postulará en 2026 —o cuando sea la próxima elección—, y la pregunta que todos se hacen es si puede ser presidente, la cual intentará responder esta columna que, en vez de dedicarse al oficio del wishful thinking, donde la competencia es abundante, se aboca a lo que, al margen de filias y fobias, cree que puede suceder.
La Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros, un nombre que —¡oh sorpresa!— se abrevia en ‘ANTAURO’—, fue incluido en el ROP, donde hay otras 24 agrupaciones, lo que asegura que habrá candidatos como cancha.
Pero Antauro nunca pasa desapercibido, por su trayectoria accidentada por un golpe frustrado en Andahuaylas con el saldo de cuatro policías asesinados que lo llevó a la cárcel casi por dos décadas; propuestas radicales; o ser hermano del expresidente Ollanta Humala, a quien promete fusilar en la plaza con sus propias manos, al igual que a todo el elenco presidencial con excepción de su groupie Pedro Castillo.
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Para ningún candidato será sencilla la ruta a palacio, y tampoco para Antauro por un temperamento irascible, una actitud que a veces parece la de quien tiene problemas de adicción; y propuestas que parecen un sancochado con insumos pasados y mal cocinado.
Además, ya tiene una imagen consolidada en el imaginario colectivo que le sería difícil aggiornar en una segunda vuelta si necesitara disfrazarse de sensato para jalar nuevos votos.
A su favor tendrá una situación difícil por las crisis económica y de inseguridad que puede llevar al elector a opciones radicales como las suyas (no solo fuera de Lima); puede lanzarse contra el congreso corrupto y mediocre (la idea más sexy de la próxima elección, que casi ningún partido hace suya por ser parte del asunto); no es corrupto (aún no tuvo la oportunidad); recibirá financiamientos de perejiles de todo caldo (como Virgilio Acuña); dentro del espectro de la izquierda, es mejor candidato que el condenado por ladrón y prófugo Vladimir Cerrón y la acomodaticia Verónika Mendoza; y la complicidad de los medios que ya han demostrado que, cuando quieren hundir a un candidato, lo acaban promoviendo.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.