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Algo huele a podrido en las fiscalías, por Augusto Álvarez Rodrich

Más allá del abuso inaceptable a Rafael Vela y a Daniel Soria.

El atropello simultáneo al procurador Daniel Soria y al fiscal Rafael Vela ratifica que uno de los escenarios más dramáticos de la podredumbre institucional está en la justicia, siendo difícil distinguir al honesto del sinvergüenza.

Soria fue removido por una decisión del ministerio de justicia con el mismo argumento y objetivo con que el exministro del sector Aníbal Torres lo hizo cuando el procurador investigaba por corrupción a Pedro Castillo, solo que ahora es porque inquiere sobre Nicanor Boluarte, el hermano de la presidenta que niega su injerencia evidente en las decisiones de gobierno.

El atropello a Vela también es deplorable porque se lo suspendió por ejercer su derecho constitucional a criticar un fallo judicial vinculado a su actividad de fiscal anticorrupción, lo cual, como él y sus colegas Domingo Pérez y German Juárez Atoche declararon el viernes en la televisión, apunta a que es promovido por Patricia Benavides.

La fiscal de la nación no defiende el espacio del ministerio público pues lo ha puesto al servicio de intereses subalternos establecidos en el congreso y conectados con los casos de corrupción ahí y los que investiga el equipo dirigido por Vela, en un contexto en el que se inscribe el intento en marcha de remover a los integrantes de la JNJ.

El abuso evidente a Vela, sin embargo, es penoso porque el equipo que él lidera ha cometido abusos a muchas personas, con una acción politizada e inoperante que, ocho años después, ha traído demoras, errores y atropellos.

Vela y su equipo han defraudado la ilusión de la ciudadanía de que se hiciera justicia. Por eso deberían ser separados, no por ejercer su libertad de expresión. Si se compara la actuación del equipo actual con el que lideró José Ugaz sobre el fujimontesinismo hace dos décadas, es la diferencia que hay entre Ricardo Gareca y Juan Reynoso.

Lo peor es que el debate nacional sobre estos temas en la política y los medios se hace en general tomando partido completo por uno u otro lado, tal como también sucede, por ejemplo, sobre el drama en el medio oriente, sin visión crítica que entienda la dimensión del problema de fondo de que la justicia peruana es una vergüenza. Como en el acto 1, escena 4 de Hamlet, algo huele a podrido en las fiscalías.

Augusto Álvarez Rodrich.

Claro y directo

Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.